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Capítulo 2

Llegando al valle

 

 

Sam y su madre se pusieron a recoger y a hacer las maletas para salir esa misma mañana hacia el lugar que su padre le había indicado en el mapa, y mientras hacían eso Sam se quedó en silencio, se puso el colgante que le habían regalado, lo sujetó con una mano y susurró con una sonrisa:

 

    —Mi padre está vivo.

 

Cuando lo tuvieron todo listo, se subieron al coche e iniciaron su camino hacia el valle siguiendo las indicaciones que su padre le había detallado en el mapa.

 

Mientras Daisy iba centrada conduciendo, Sam empezó a recordar momentos de cuando era niño y jugaba con su padre, y frases que le solía decir él como: «No sabes lo especial que eres, hijo, lo veo en tus ojos, algún día harás grandes cosas». Palabras que siempre le habían parecido un poco sin sentido, pero que esperaba descubrir su significado en poco tiempo.

 

Sam y su madre llegaron por fin al misterioso valle después de viajar toda la mañana. Aquel lugar parecía sacado de una película de dibujos animados, con casitas de madera, un camino que conducía a un río y todo rodeado de naturaleza, lleno de flores y verde por todas partes.

 

   —¿¡Qué lugar es éste!? —exclamó Sam.

   —No lo sé... pero parece mágico — respondió Daisy sin dejar de mirar a todas partes mientras el coche atravesaba despacio la avenida principal.

   —Es alucinante, todo brilla de un modo especial aquí... Es casi… casi… como sacado de una peli de dibujos — Sam era incapaz de cerrar la boca del asombro que le producía el pueblo entero.

 

Aquel lugar desprendía una energía muy especial, todas las casas que había por allí eran prácticamente iguales: de madera, con su pequeña terraza en la entrada, algunas eran de dos pisos y otras no, con jardín delante o rodeadas por completo por espacios naturales, pero todas brillaban con una luz de intensidad muy mágica.

 

   —Ésa debe de ser la casa, tiene toda la pinta de ser la que tu padre habría escogido — dijo la madre señalando hacia la izquierda.

   —Pues vayamos. ¿Tienes la llave?

Su madre levantó la mano enseñando la llave y acercándose a la casa, aún sin poder dejar de mirar a su alrededor con asombro. La casa era de madera, parecía algo antigua, con una galería acristalada en la planta baja y un pequeño balcón en el primer piso,  no era muy grande pero brillaba como si sus colores fueran más especiales que el resto de las casas.

 

   —Cielo santo... ¡Qué bonito es esto! —reconoció Daisy al entrar.

   —¡Guau! ¡Qué pasada! — exclamó Sam al entrar en el salón, la casa parecía mucho más grande desde el interior.

 

Se quedaron perplejos al ver que toda la casa estaba increíblemente limpia por dentro, y los detalles que había en el techo la hacían brillar, como si hubiese miles de luciérnagas, no había muchos muebles pero estaba decorada con gusto y con un estilo muy clásico. Sam pronto se sintió atraído por las escaleras que conducían a la planta superior, tenía el presentimiento de que allí arriba encontraría su habitación y que habría algo más allí que le ayudaría a entender mejor lo que estaba pasando.

 

   —¿Por qué nunca me hablaría tu padre de esto? —preguntó la madre desconcertada. En todos los años que había durado su matrimonio con Tom, nada de lo que tenía delante había salido nunca a la luz.

 

   —No lo sé, pero me da a mí que vamos a descubrir muchas cosas aquí.

 

Sam quiso averiguar más y puso un pie en la escalera, pero en ese momento alguien entró en la casa.

 

   —Hola... ¿Se puede? — dijo una chica rubia más o menos de la edad de Sam, preciosa, con una cara realmente dulce y unos ojos marrones claros muy cautivadores que dejaron a Sam clavado al pie de la escalera sólo con mirarlos —. Tú debes de ser Sam, ¿no? Y usted debe de ser Daisy, ¿verdad? — preguntó tendiéndoles la mano a modo de saludo.

   —Pues sí, ¿y tú eres...? — dijo el chico saliendo de su ensoñación y dando un paso adelante.

   —Yo soy Sally, una amiga de tu tío Nel — respondió ella con timidez — me envía para ver si ya habían llegado. Vi el coche aparcado fuera y la puerta abierta y por eso me he atrevido a entrar.

 

Daisy y Sam se acercaron más a ella y la recibieron con un ligero apretón de manos, que en el caso de Sam se prolongó más de lo debido, era incapaz de apartar los ojos de aquella mirada. Sally se vio un poco apurada por la situación y retiró su mano con suavidad.

 

   —¿Y dónde está el tío? —preguntó Sam entonces.

   —Tu tío tiene una librería en el valle, habría querido acercarse personalmente pero había clientes y no ha podido dejarlos, ¿quieres que vayamos a verlo?

   —Pues claro, ¿tú vienes, mamá? — preguntó Sam.

   —Id vosotros, hijo, yo voy a colocar las maletas y preparar algo de comer — Daisy necesitaba su propio tiempo para asimilar todo lo que estaba pasando.

   —De acuerdo, en seguida vuelvo, mamá.

   —Encantada de conocerla, señora Maison.

   —Igualmente, Sally, pero llámame sólo Daisy — le dijo dedicándole una tierna sonrisa.

   —Como usted quiera, Daisy, hasta luego —respondió Sally saliendo por la puerta.

 

Los dos chicos salieron en dirección a la librería del tío Nel, bajando por la misma avenida que acaba de atravesar Sam con su madre.

 

   —¿Qué clase de sitio es este, Sally? —preguntó Sam.

   —Ya lo descubrirás, no te preocupes, te parece asombroso ¿verdad?

   —Sin duda, nunca había visto nada igual, todo brilla de manera especial aquí.

   —Pues aún no has visto nada...

   —¿En serio?

 

Sally sonrió y siguió caminando. Al cabo de un rato entraron en otra casa de madera de similares características que las demás, con un letrero en la puerta que decía «Books»: la librería de Nel.

 

   —¡Sam! ¡Qué alegría! Ya llegaste, ¡por fin! —dijo el tío Nel, que estaba detrás de un mostrador con unos libros en la mano. Inmediatamente los dejó a un lado y salió a abrazar a su sobrino.

 

El tío Nel era el hermano de Tom y era un hombre no muy corpulento, con una barba muy arreglada y vestía siempre como los típicos leñadores de la zona, físicamente no era muy parecido a Tom pero ambos compartían los mismos gestos y la misma mirada. A Sam su tío siempre le había parecido un hombre tranquilo y afable, y ahora descubría que su conocimiento e inteligencia le habían llevado a abrir aquella librería en el valle.

 

   —¡Tío Nel! ¡Cuánto tiempo! Me alegro mucho de verte — respondió Sam dejándose abrazar por su tío.

   —Por cierto, ¡felicidades! Mi sobrino se hace mayor... dieciocho años. ¡Cómo pasa el tiempo!

   —¿Hoy es tu cumpleaños? Felicidades, entonces, ¿y has dicho dieciocho? Pues... ¿vendrás a la escuela de verano entonces? — preguntó Sally con una sonrisa de verdadera alegría. Aquel chico también había causado un gran impacto en ella desde que sus miradas se habían cruzado.

   —Por supuesto, su padre lo dejó todo preparado para este día — dijo el tío Nel.

   —¿Mi padre? ¿Todo preparado? ¿Escuela? No entiendo nada... — Sam se desesperaba por momentos por no entender nada y no encontrar las respuestas que buscaba.

   —Pronto lo entenderás todo, Sam — respondió su tío en tono tranquilizador.

 

Un par de estanterías más adelante había un muchacho más o menos de la edad de los otros dos, de pelo y tez más claras que Sam, pero igual de alto y de fuerte. Estaba buscando un libro entre las estanterías, se quedó un tanto sorprendido al escuchar la conversación y no pudo evitar preguntar con curiosidad:

 

   —¿Eres el hijo de Tom Maison?

   —Pues sí, y tú ¿quién eres? — preguntó Sam un poco harto de que todo el mundo supiese de su existencia y de que él no supiese nada de nada.

   —Perdona, soy Jim. Tu vecino. Tu padre me enseñó muchas cosas, es un gran hombre y un buen amigo — respondió Jim con emoción.

   —Pero…, ¿dónde está mi padre? ¿Por qué ha desaparecido? — quiso saber Sam empezando a perder un poco su saber estar.

 

   —No ha desaparecido, Sam. Aunque suene extraño, él sigue con nosotros a pesar de que no podamos verle, ni él a nosotros tampoco, hasta que termine el preludio —aclaró el tío Nel como si lo que Sam estuviese escuchando fuese lo más normal del mundo.

   —¿Preludio? Cada vez que os escucho me siento más… raro... Todo esto me supera: lo de mi padre, este sitio... ¡Todo es muy extraño! Y nadie me cuenta nada. Llevo dos años sin saber de él y de repente me llega una carta que me trae hasta aquí, sé que está vivo pero no puedo verlo ni hablar con él. ¿Qué está pasando?—preguntó el muchacho levantando ligeramente la voz.

 

Los chicos sonrieron y parecieron entender el estado de confusión en el que se encontraba Sam.

 

   —No te preocupes, pronto lo entenderás todo, pero es mejor que no le cuentes nada de esto a tu madre, no está preparada para entender todo lo que aquí sucede, actúa con naturalidad y todas las respuestas llegarán a su debido tiempo. Siempre hemos confiado el uno en el otro, yo nunca te he mentido y lo sabes, sólo te pido un poco más de paciencia —dijo Nel.

 

Sam suspiró y reflexionó por unos segundos.

 

   —Está bien, pero necesito respuestas a muchas preguntas que tengo, tío.

   —Llegarán, llegarán. Repito que has de tener un poco de paciencia. Pronto habrá un nuevo comienzo para ti — anunció el tío Nel tomando del mostrador dos libros en una mano y golpeando el hombro de Sam con la otra.

   —Bueno, chico, me alegro de conocerte. Pronto nos veremos, ya verás cómo pronto lo entiendes todo — dijo Jim saliendo por la librería con un libro en la mano.

   —Adiós, Jim — dijo Sally.

   —Hasta luego — se despidió Sam resignado.

 

El tío Nel volvió al mostrador portando un cristal transparente con una serie de insignias grabadas, muy similares a las del colgante de Sam. En cuanto éste se fijó en ellas su mano fue inconsciente a su pecho y se posó sobre el colgante. Estaba más desconcertado aún.

 

   —Necesito que pongas un momento tu mano derecha sobre el cristal — dijo el tío Nel.

   —¿Qué es eso, tío? — preguntó más extrañado que nunca

   —Es un poco la clave de que estés aquí. Pon la mano encima del cristal, por favor. Confía en mí.

 

Sam puso la mano con un poco de temor sobre la superficie brillante, mirando a Sally y a Nel sucesivamente. Al tocarla, la superficie se volvió roja por un instante.

 

   —¡Ah! ¡He sentido un calambre! — gritó Sam retirando la mano del cristal con rapidez y sacudiéndola.

   —No te preocupes, es normal — dijo su tío sin apartar la mirada.

 

El tío Nel y Sally se quedaron mirando fijamente el cristal, que se volvió de nuevo transparente; seguidamente empezó a surgir la silueta de la mano de Sam y un color empezó a predominar alrededor.

 

   —No puede ser. ¿Cuántos blancos hay en el valle? — preguntó Sally totalmente sorprendida.

   —Ninguno. Sólo estaba Tom —respondió el tío Nel. Los dos miraron a Sam como si delante de ellos tuviesen delante a un ser de otro planeta. Sam sintió sus miradas clavadas en él y su corazón empezó a latir más deprisa ante el temor de que lo que estuviese pasando en aquel lugar fuese algo malo.

 

   —Tío, ¿qué está pasando?

   —Sam, este cristal es un captador de energías sinérgicas. Cada color es una fuente de energía distinta con unos atributos específicos, y la energía blanca es la menos frecuente de todas, pues permite un desarrollo potencial de la energía mental —explicó el tío Nel.

   —¿Energías? ¿Me vais a explicar de qué va todo esto? — quiso saber Sam haciendo aspavientos.

   —Señor Maison, yo tengo que marcharme. A las cinco volveré a la librería. Encantada Sam — se despidió Sally sin más, dejando a Sam más desconcertado todavía porque aquella forma de irse le sonaba a huida, lo que sólo podía significar para él que sus preguntas no acabarían de responderse esa tarde.

   —Muy bien, hasta la tarde. ¡Ah! Y no digas a nadie lo que sabes, ¿de acuerdo? — le pidió Nel.

   —Descuide. Sé de la importancia del tema como para desvelarlo — dijo Sally con seriedad saliendo ya de la librería mientras Sam no le sacaba el ojo de encima.

   —¿Verdad que es muy guapa, Sam? — señaló su tío.

   —Sí, es preciosa — respondió él absorto, tras unos segundos reaccionó y se dirigió directamente a su tío.   

   —Pero no me cambies el tema, ¿qué está pasando? —replicó Sam sin dejar de mirar de reojo a Sally mientras ésta se alejaba por la calle abajo.

 

El hombre volvió a colocar el cristal en su sitio y puso la mano encima del hombro de su sobrino.

 

   —Sam, estás aquí para hacer grandes cosas. El lunes empezará una nueva vida para ti en la Escuela de los Sueños. Allí desarrollarás todo lo que llevas dentro y no te ha sido desvelado hasta hoy, porque sólo al cumplir dieciocho años llega el momento en el que  estás preparado para empezar a descubrirlo.

   —Pero… ¿de qué va todo esto? —preguntó Sam confuso.

 

Nel se dirigió a la puerta de la librería y la cerró con llave, giró el cartel de cerrado que había colgado en el cristal y se llevó a Sam a una habitación contigua — Siéntate, por favor — pidió a su sobrino señalándole una silla que había en una mesa redonda y Nel se sentó junto a él, tomó aire con fuerza y cruzó las manos sobre la mesa, después empezaron a charlar — Sam, ¿nunca te ha sucedido nada raro? ¿Algo que te haya pasado que no puedas explicar? Cualquier cosa que no supieses cómo te pasó.

 

Sam se quedó por un momento pensando y recordó algo.

 

   —Bueno, una vez sí que recuerdo algo que no me pareció muy normal. Pero seguro que es una tontería.

  

Nel sonrió y con un gesto muy al estilo de Tom, instó al muchacho a que se explicase.

 

   — Fue hace algún tiempo, llegaba tarde a clase porque había perdido el autobús, así que fui corriendo al instituto. Al intentar cruzar la carretera recuerdo que el semáforo se puso verde para el tráfico, se me estaba haciendo realmente tarde y me quedé mirándolo pensando que tenía que cambiar de color, e inmediatamente volvió a ponerse rojo y pude cruzar. Me sorprendió pero no le di más importancia, es más, recuerdo que días más tarde iba paseando por esa misma calle y me volví a quedar mirando el semáforo para que se pusiese en rojo y no pasó nada.

   — Ahí tienes una prueba, hijo. Tienes ese don. Pero sólo te funciona por mera coincidencia, porque aún no lo tienes desarrollado.

—¿El don de cambiar los semáforos de color? — preguntó el chico confuso y decepcionado a la vez.

—No, no, el don de poder hacer grandes cosas con tu mente —sonrió Nel poniéndose las manos en las sienes.

 

El tío se levantó de la mesa, mientras Sam se quedó sentado con cara de incertidumbre, cogió un libro que tenía guardado en un cajón y volvió a sentarse junto al chico.

 

   —Sam, tu padre tiene unos genes muy especiales, al igual que yo y que casi toda la familia Maison, pero el poder de la energía de tu padre es blanca y el mío es azul.

   —¿Pero de qué va eso de los colores? No lo comprendo.

 

   —Es algo confuso de explicar. Cada color energético implica una serie de conocimientos que puedes enfocar en tu energía, y el blanco es el más completo, además de ser el único que puede provocar fusiones de energía con cualquier otro color energético — explicó el tío Nel.

 

Sam se puso las manos sobre la cara y apoyó los codos en la mesa. Cada vez se sentía más confuso.

 

   —Vamos a ver, es que no sé qué pensar. ¿Tengo poderes o algo así?

   —Bueno, no sé si denominarlo como poderes, pero tienes ciertas capacidades mentales aún por descubrir que casi ningún humano podría desarrollar.

   —Vaya. ¿Y qué se supone que tengo que hacer?

   —En primer lugar has de tener una cosa muy en cuenta, este valle es muy especial, y la mayoría de las personas que viven en él también. Todo tu potencial aprenderás a desarrollarlo a partir del lunes, que es cuando empiezan las clases en tu nueva escuela. Tu padre te inscribió hace varios años para este día, pero lo más importante que debes saber es que no debes emplear este poder nunca delante de nadie, y menos desvelarlo al mundo, ¿entiendes?

   —¿Y eso por qué? ¿Qué tiene de malo?

   —No tiene nada de malo, Sam, pero la gente no está preparada para asumir que algunas personas tienen ciertas capacidades como doblar cosas con la mente, moverlas o leer pensamientos, ¿me sigues?

   —Creo que sí. Podrían tratarme como un bicho raro o algo así, ¿no?

   —Algo así.

 

Nel volvió a levantarse de la mesa y entregó a Sam el libro que antes había cogido del cajón, diciéndole:

 

—Vamos a comer. Guarda esto, te servirá de iniciación este par de días que faltan para que empiece la escuela.

 

Sam se levantó de la mesa y cogió el libro. Apenas lo miró, aún estaba un poco confundido con todo lo que el tío Nel le había explicado, le quedaban un montón de preguntas sin respuesta aunque por lo poco que sabía ya en aquel lugar iba a tener algo más que unas simples y relajantes vacaciones. Salieron juntos de la tienda y empezaron a caminar por la calle camino a casa.

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