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Capítulo 6

Pequeños secretos.

 

Llegaron a la librería entre risas, pero al entrar se encontraron con una multitud inesperada.

 

—Vaya, sí que hay gente hoy aquí — dijo Jim.

—Pues casi toda nuestra clase, es que para ser el primer día ya nos han puesto una tarea complicada — recordó Dana.

—¡Hola, Sam! ¿Cómo te fue tu primer día? —preguntó el tío Nel mientras cobraba unos libros a dos estudiantes.

—¡Bien, tío! Pero sigue con tus cosas, que te veo ajetreado, ya luego hablamos — respondió Sam.

—¿Le ayudo un poco, Nel? — se ofreció Sally mirando para todo el alboroto que había en el local.

—Te lo agradecería muchísimo — respondió el tío de Sam con desesperación.

 

Dana, Jim y Jon se pusieron a buscar los libros que necesitaban y Sally se dispuso a ayudar a Nel, mientras Sam y Lucía salieron a la puerta de la librería y se sentaron en las escaleras.

—Esto no es como Los Ángeles, ¿eh? — preguntó Lucía.

—No, nada que ver, pero la verdad es que me gusta.

 

—Claro, es más tranquilo, aunque quizás también tenga algo que ver cierta chica rubia que conozco, ¿no?

 

Sam miró a Lucía con el rabillo del ojo y esbozó una tímida sonrisa.

 

—No hace falta que te sonrojes, se ve a leguas que te gusta, y tú también le gustas a ella. Es muy buena chica, y aunque lo ha pasado muy mal en su anterior relación la veo muy bien desde que os conocéis, está más animada — dijo Lucía.

—Si te soy sincero, para mí es algo nuevo lo que estoy sintiendo por ella, no lo había sentido nunca y me da un poco de miedo.

—A esas sensaciones no has de tenerles miedo, Sam, es algo realmente bonito sentirse así. Vive esos sentimientos y disfruta de ellos, seguro que te traerán buenos momentos inolvidables.

—Gracias, Lucía — respondió Sam sonriendo.

—De nada, campeón, se te ve un buen chico, así que me alegro por los dos.

 

En ese momento salieron sus amigos de la librería, todos menos Sally, que se había quedado a ayudar a Nel.

 

—Bueno, pues ya estamos — anunció Jon saliendo de la librería.

—¡Me han dado esto para ti, Sam! — dijo Dana guiñando un ojo entregándole a Sam una hoja doblada, mientras los demás lo miraban divertidos.

—¿Para mí? — preguntó él.

—Sí, una chica rubia que había en el mostrador — sonrió Jim y Sam guardó la hoja en el bolsillo del pantalón.

 

—Bueno, a la tarde nos vemos chicos, si llegamos tarde tendré que oír a mi madre lo que resta de verano — dijo Jon despidiéndose y marchándose con Dana y Lucía.

—Muy bien, sí, nosotros también nos vamos, hasta luego — respondió Jim.

 

Jim y Sam se marcharon por un lado y los otros chicos se marcharon por el otro. Por el camino Sam leyó la hoja que le había entregado Dana y Jim se le quedó mirando esperando alguna reacción.

 

—¿Qué te dice, Don Juan? — preguntó muerto de curiosidad.

—Quiere que salgamos esta tarde a dar un paseo —respondió Sam con una sonrisa dulce.

 

—Vaya, la cosa pinta bien, ¿eh? ¿Pero vendrás a dar una vuelta después de comer con las bicis?

—Claro, Jim, después de comer paso a buscarte y ya hablamos —dijo Sam ya despidiéndose.

—Vale, hasta dentro de un rato —se despidió Jim.

 

Sam entró en su casa fue directo a la cocina donde su madre estaba preparando algo de comer.

 

—¿Qué tal la escuela nueva, hijo?

—¡Bien, mamá! La verdad es que es genial, no sabía todo lo que realmente puedo hacer, y eso que sólo es el primer día — respondió Sam cogiendo una zanahoria de encima de la mesa.

—Me alegro, de verdad, el último mes en Los Ángeles te veía algo distante, serio... No sé. Y ahora pareces otro, te noto más risueño.

—Es este sitio, es tan distinto a todo... Se hacen amigos con facilidad, se respira tan diferente aquí...

—Cierto, solamente nos falta tu padre. Estaríamos tan bien si estuviera aquí...

—Sí, tienes razón, tengo unas ganas de tenerlo cerca... Pero sé que pronto estará aquí... — dijo totalmente convencido — Bueno, mamá voy un rato arriba, avísame para comer, ¿sí?

—Vale, hijo, descansa un rato — dijo la madre de Sam con una sonrisa en su rostro.

 

Sam subió a su cuarto, se sentó sobre la cama y cogió el libro de iniciación.

 

—¿Qué más sorpresas me deparas? —murmuró mirando al libro.

 

Se tumbó sobre la cama y se puso a leer un rato.

 

—Vaya, el capítulo tres es lo que hemos hecho hoy en clase, Cómo Captar Energías. Capítulo cuatro, Atracción Mental… Esto suena interesante: La atracción mental es algo parecido a conectar tu mente interior con el poder ilimitado, aquello en lo que te concentres, lo atraerás, todo requiere de un tiempo, así que trata de ser consistente con este ejercicio, puedes empezar con cosas pequeñas y poco a poco irás aumentando tu unión al poder cósmico, debes tener en cuenta el lado positivo de las cosas, no te concentres en lo que no quieres, sino sólo en lo que realmente quieres, la fuerza del magnetismo cósmico hará el resto... — leyó Sam. Un rato más tarde escuchó a su madre.

 

—¡Sam, la comida está lista! — gritó Daisy.

—¡Ya bajo, mamá!

 

Mientras tanto, Sally llegó a su casa después de haber ayudado al tío Nel en la librería.

 

—¿Cómo llegas tan tarde, hija? —preguntó la madre de Sally viéndola entrar por la puerta.

—Lo siento, mamá, estuve ayudando al señor Nel en la librería, hoy había mucha gente después de las clases y me pidió que le echara una mano — respondió Sally.

—¡Hola, Sally! — dijo Peter, un primo de Sally al que le habían diagnosticado una rara enfermedad mental.

—¡¡¡Peterrrr!!! ¡Qué alegría! — exclamó Sally dando un abrazo a su primo.

—Tus tíos pasaron esta mañana por aquí, tenían que ir a Boston unos días para dar unas conferencias, así que Peter se quedará un tiempo con nosotros — dijo la madre de Sally sonriendo y viendo la cara de felicidad de los chicos al encontrarse.

 

—¿En serio? ¡Qué alegría! — replicó Sally con una gran sonrisa.

—Sí, papá y mamá tenían trabajo y yo quise quedarme contigo — le contó Peter con un ligero tartamudeo.

—¡Cómo te quiero, Peter! Y cada día hablas mejor.

¡Ya casi no tartamudeas! — dijo Sally.

—¡Sí, estoy practicando mucho! — respondió él todo contento.

—Por cierto, Sally, tengo que ir a ver a tu abuela y tu padre volverá tarde, ¿puedes quedarte tú con Peter esta tarde?

—Había quedado... Pero puede venir conmigo. ¡Claro que sí! — respondió Sally a su madre abrazando de nuevo a Peter mientras este le sonreía sin parar.

 

Después de comer, Jim llegó a casa de Sam.

 

—Vamos, Sam... ¡Paseo de bicis! —gritó Jim desde la puerta.

—Ya salgo... ¡Adiós, mamá! —dijo Sam saliendo de su casa.

 

Los dos chicos se subieron a las bicicletas y empezaron a hacer su ruta.

 

—Cada vez me gusta más esta sensación — comentó Sam mientras pedaleaba junto a Jim.

—¿Verdad que sí? Es como una droga. Yo, si algún día no salgo por aquí, noto como que me falta algo.

—¿Sabes? Hoy estuve leyendo lo de la atracción mental.

—Ese capítulo es genial, pero realmente es mucho más extenso de lo que sale en el libro, ya verás cuando lo des en clase — dijo Jim.

 

—¿Pero las clases no se dan en el orden que sale en el libro? — preguntó Sam con extrañeza.

—No, nada que ver, el profesor Richard sí que suele seguir el orden del libro, pero Ray, ni hablar, éste lo hace todo de manera muy distinta.

—¡Ah! Yo pensaba que en las dos clases se hacía lo mismo.

—Sí, al final del curso sale todo igual, lo que cambia es el orden en que las dan cada uno. Sam sígueme por aquí, voy a enseñarte algo.

Jim se desvió del camino por un caminito de césped, y llegaron a un riachuelo con una pequeña cascada, donde se detuvieron.

—¡Guauuu! ¿Qué sitio es este? — exclamó Sam bajándose de la bici.

—Es genial, ¿verdad? Ven y verás mi pequeño secreto, pero no puedes contárselo a nadie — dijo Jim llevando a Sam hacia la pequeña cascada.

—¿No pretenderás que vayamos al medio de la cascada?

—No pasa nada, confía en mí, nos mojaremos un poco, pero nada más… Pasa por aquí — señaló Jim indicándole a Sam que se acercara a la pared, justo detrás del agua de la cascada.

—¿Cómo voy a pasar? ¡Es una pared!

—Pasa, hombre — insistió Jim traspasando la pared y arrastrando de la mano consigo a Sam.

—¡Hemos traspasado la pared! — exclamó Sam sorprendido.

—No es una pared, es una ilusión óptica creada por una canalización magnética. Asombroso, ¿verdad? —dijo Jim sonriendo, al ver la cara de asombro de Sam.

—Pues parecía muy real, me he sentido como un fantasma atravesándola. ¿Y qué clase de cueva es esta?

—¡Es mi refugio secreto!

 

La cueva en la que se encontraban estaba rodeada por miles de pequeñas piezas de cuarzo por todos sitios, y dos enormes piezas de zafiro en el techo. No era un espacio muy grande, pero parecía concentrar una energía muy poderosa aquel lugar

.

—¡Qué pasada! Parece una mina de piedras preciosas...

—Sam, esas piedras son las que hacen de éste un lugar único, son las que provocan la ilusión de la pared y las que pueden potenciar aquí tu energía de manera bárbara, además de ser un escudo contra poderosas energías — explicó Jim poniendo un rostro serio.

—¡Qué fuerte! —dijo Sam, que estaba sin palabras, aquella cueva brillaba con una intensidad que jamás había visto.

—Déjame que te enseñe algo. Coloca las manos así, delante de tu pecho, como si tuvieras una pelota de baloncesto en tus manos.

 

Sam se colocó como le indicó Jim mientras éste, cogiéndole por los hombros, colocaba a Sam justo debajo de uno de los zafiros.

 

—Ahora quiero que te imagines un punto de energía en el centro de la supuesta pelota que tienes, y que le des forma a esa pelota con la energía de tus manos.

 

Sam cerró por un momento los ojos, se concentró en lo que le había indicado Jim y, de repente, una pequeña esfera amarilla empezó a girar entre sus manos haciéndose cada vez más grande y girando más rápido.

 

—¡Dios mío! Esto se hace cada vez más grande.

¿Cómo lo paro?

—Lanza la esfera contra la catarata, rápido.

 

Sam obedeció y la esfera salió disparada con un estallido fuera de la cueva a través de la catarata, arrastrando todo consigo y haciendo que el chico tuviese que dar un paso atrás para no caerse.

 

—¿Qué ha sido eso? — preguntó Sam aún asustado después de soltar la esfera.

—Eso, amigo mío, es el poder del zafiro, que captado por tu energía blanca se transforma en pura energía. ¡Hubieses sido capaz de tirar una casa con esa esfera!

—¿En serio? — preguntó abriendo mucho los ojos.

—En serio, yo consigo crear esferas más pequeñitas porque mi energía es algo inferior, pero con la tuya puedes crear esferas enormes, sólo has de tener zafiro cerca para recoger esa energía. Toma, llévate estas piedras contigo — explicó Jim dándole a Sam tres pequeñas piedras, dos de ellas de cuarzo y la otra de zafiro, que había en el suelo.

 

—Por cierto, ¿qué hora es? — preguntó Sam.

—Pues van a ser las cinco — respondió Jim mirando su reloj.

—¡Dios...! Tengo que irme, había quedado a las cinco con Sally.

 

Sam salió apresurado de la cueva llevando consigo las tres piedras en su bolsillo. Jim fue junto a él, cogieron las bicis y emprendieron el camino de vuelta. Mientras, Sally ya había llegado a la casa de Sam junto a su primo Peter y estaba llamando a la puerta, pero parecía no haber nadie.

 

—¡Sam! — gritó Sally desde la puerta.

—¡No es… está! — dijo Peter con su ligero tartamudeo.

—Eso parece, ¡qué raro que no haya nadie! —susurró Sally.

—¡Ya viene, ya vi… viene con su amigo! — dijo Peter emocionado. Sally miró hacia los lados, pero no parecía haber nadie.

—¿Dónde, Peter?

—¡Ya… ya viene, Sally, ya viene! — volvió a tartamudear Peter con rostro sonriente.

 

A los pocos segundos, Sally vio aparecer a lo lejos a

Sam y a Jim subidos en la bicicleta.

 

—¿Cómo los has visto, Peter? — preguntó Sally.

—¿Ves? Ya… t… te dije que venían, Sally — tartamudeó y sonrió Peter.

—Lo siento, Sally, me entretuve con Jim — dijo Sam sofocado llegando donde estaban Sally y Peter.

—¡Sí, culpa mía! ¡Lo siento, Sally! ¡Hola, Peter! — exclamó Jim disculpándose.

—¡Ho… hola, Jim! ¡Me a… alegro de verte! — tartamudeó Peter.

—Bueno, os presento. Sam, éste es mi primo Peter,

Peter, éste es Sam.

 

—Hola, Peter, un placer conocerte.

—Ho… hola, Sam. ¿Tú eres… eres el novio de Sally? —tartamudeó Peter.

 

Sam sonrió sin saber qué decir, mientras Jim se despedía.

 

—Bueno, chicos, me tengo que ir, luego nos veremos.

—¡Vale! Hasta luego, Jim — dijo Sam.

—¡Adiós, Jim! ¡Me a… alegro de verte! — gritó Peter mientras Jim se alejaba con la bicicleta.

—Bueno, ¿nos vamos? — propuso Sally.

—Claro, dejo la bici atrás y nos vamos — respondió

Sam mientras se alejaba a dejar su bici.

—¡Vale! —dijo Sally.

—Me gusta Sam, Sa… Sally — comentó Peter sonriendo.

—¿De verdad? Me alegro —respondió ella con una sonrisa.

—Sí, es bueno, tu otro novio era malo, me gusta éste, Sally — volvió a decir Peter sonriendo.

— Shhh, que ya viene — sonrió la chica.

—Bueno, ya estoy, ¿nos vamos? ¿De qué os reís? — preguntó Sam.

—De nada, hablábamos de nuestras cosas — dijo Sally.

 

—¡Hace buen… tiempo hoy, Sam! —exclamó Peter con su ligero tartamudeo tratando de cambiar de tema.

—¡Sí, cierto! Bueno, vamos —propuso Sam.

 

Sally sonrió y emprendió el camino hacia el que quería llevar a Sam, era algo distinto al sitio al que quería ir, pues la presencia de Peter cambió su plan original. Los tres chicos iban caminando por un sendero que se encontraba cerca de la montaña.

 

—Peter es mi primo, como puedes ver no está del todo bien, pero es muy cariñoso y muy bueno. Esta mañana tuvieron que ir sus padres de viaje, así que se quedará en mi casa un tiempo. Mi madre tenía que hacer cosas esta tarde, por eso lo he traído conmigo, espero que no te importe — explicó Sally mientras Peter se entretenía en oler las flores del campo.

—No, para nada. ¡¿Cómo me iba a importar?! Además, parece muy simpático

—¡Sí, lo es! Le encantan las flores, yo quería llevarte a otro sitio hoy, pero a mi primo le encanta el Sendero de la Fuente, y como me imagino que tú no lo habrás visto aún, iremos allí. Seguro que te gusta — dijo Sally.

—¡Perfecto! A mí me encanta todo lo que tú me enseñes — declaró Sam con voz sonriente.

 

—¡Eres un encanto! — respondió Sally.

—Mira, Sally, una mariposa de los deseos —tartamudeó Peter señalando una mariposa con alas doradas que había sobre una flor.

—¡Vaya, es preciosa! — dijo Sam acercándose tímidamente a la mariposa.

—Pide, un deseo Sam, pide un deseo — sonrió Peter emocionado.

—Dicen que estas mariposas unen las fuerzas de los deseos con el Universo, son muy raras de ver y por algún motivo a Peter siempre se le aparecen —explicó Sally.

—Pide un deseo, Sam, ¡venga! Pero no… no lo digas, ¿eh? So… sólo pídelo desde aquí — dijo Peter tartamudeando y señalando el corazón de Sam.

—Está bien, Peter — Sam cerró los ojos por un momento y pidió su deseo en silencio.

—Ahora tú, Sally, pi… pide un deseo — dijo Peter emocionado.

 

Sally también cerró sus ojos y pidió su deseo en silencio con una tímida sonrisa, mientras Sam la miraba con verdadera devoción sin darse ni cuenta.

 

Los chicos prosiguieron su camino y llegaron a un lindo sendero, rodeado de rocas grandes y con un pequeño estanque en su centro, a un lado del estanque había una pequeña fuente de la que brotaba un agua muy fresca, y muchos animalitos correteaban por los alrededores.

 

—¡Este es el sitio, Sam! — anunció Sally al llegar al lugar.

—¡Qué bonito es esto! Y los animales no huyen al vernos, al contrario, algunos hasta se acercan — señaló él sorprendido.

—¡Hola, conejito! ¿Cómo estás? — dijo Peter dirigiéndose a un conejo que se acercaba a él.

—El Sendero de la Fuente tiene esa particularidad. Además, los animales agudizan sus sentidos y saben qué personas vienen a hacerles daño y cuáles no — explicó la chica.

 

Algunos animalitos parecían encantados con Peter y casi a rastras se lo llevaron hacia el estanque. Peter estaba complacido porque sabía que los animales se comunicaban entre ellos y pareció darse cuenta de que eran los peces del estanque los que se habían comunicado con los pajaritos para que acercaran a Peter hasta el estanque para saludarlos. Sam y Sally se sentaron en una gran roca, mientras Peter se acercaba emocionado al estanque.

 

—¿A que mi primo es un encanto, Sam? — dijo la muchacha.

—Lo cierto es que sí, parece una bellísima persona.

—¿Sabes? Peter nació con Síndrome de Down, pero ha sido un caso muy atípico, en los primeros años de su vida no hablaba y creían que era autista también, pero después empezó a cambiar y empezó a hablar con grandes dificultades y tartamudeaba muchísimo; a los médicos siempre los tenía desconcertados, porque le diagnosticaban una cosa distinta cada vez que los visitaba. Hace tres años fue la última vez que fue al médico, y le dijeron a mis tíos que ya no tenía Síndrome de Down, sino que tenía una mente relajada y que no tenía cura, así que mis tíos dejaron de llevarlo al médico y eso pareció que Peter lo agradeció muchísimo, porque empezó a mostrarse más simpático, más cariñoso y poco a poco tartamudea menos, como si su fuerza interior y su gran corazón le estuviesen curando poco a poco.

—Vaya, es toda una historia — dijo Sam con voz dulce.

—Es un chico encantador, y parece que esa energía positiva que produce esté de alguna manera regenerando su cuerpo físico, pero a mí cuando más me sorprendió fue el verano pasado. Un día vino a verme a la librería de tu tío, en ese momento estaba sola así que quise probar una cosa con él, cogí el captador de energías de tu tío y le dije que pusiera la mano. Cuando la quitó en la silueta de su mano no apareció un color en concreto, sino que eran colores cambiantes, como destellos de rojo, azul y amarillo.

—¡Vaya! Eso supongo que no es normal, ¿no?

—Para nada, en un principio me asusté, porque pensé que de alguna manera había estropeado el captador de energías de tu tío — le contó Sally.

 

Justo en ese momento escucharon acercarse motos al lugar y vieron como algunos animales huían despavoridos: eran Nelson y los hermanos Brown, Tim y Cody, que aparcaron sus motos en la parte alta del camino. A Peter no pareció importarle pues ni se inmutó, y siguió como si estuviese hablando con los peces del estanque.

 

—No apoyes tu moto en la mía — dijo Tim.

—La mía no tiene pie de apoyo, idiota, tengo que acercarla a la tuya para sujetarla, hermanito — le recordó Cody.

—¡Dejad ya de discutir y coged las botellas! —exclamó Nelson.

—Como se caiga mi moto por tu culpa, verás —amenazó Cody a su hermano mientras cogía una botella de plástico que llevaba en una mochila a su espalda. Los tres chicos de las motos bajaron la pequeña pendiente de rocas con dos botellas de plástico en sus manos y cuando se acercaron al estanque para llenar sus botellas se percataron de la presencia de Peter.

 

—Hombre, el tonto del pueblo ha vuelto — apuntó

Nelson señalando a Peter.

—¡Aparta, idiota! — dijo Tim a Peter con la intención de llenar su botella justo en el sitio en el que estaba el chico y empujándolo hacia un lado.

 

Sam y Sally observaron la situación desde la distancia, y cuando Sam decidió levantarse de la roca para intervenir...

 

—¡Quieto, Sam! — pidió Sally sujetando a Sam para que no se levantara.

—¡Pero Sally! ¡Están insultando a tu primo!

 —Los insultos sólo afectan a quienes creen en sus palabras— susurró Sally sujetando aún a Sam.

—¿Qué tienes ahí, tonto? — preguntó Nelson con risa maliciosa señalando las manos de Peter, que parecía sujetar un pajarito en una de sus manos.

 

Los chicos ya habían llenado sus botellas con el agua del estanque, pero tenían curiosidad por saber lo que sujetaba Peter. El chico trató de ocultar al pajarito en sus manos y giró sus brazos hacia atrás para que no lo tocaran, pero entonces Tim, que se encontraba detrás de Peter, consiguió arrebatarle el pájaro. Sam, que se dio cuenta de lo que sucedía y también de que Sally no le iba a dejar levantarse, recordó las piedras que llevaba en su bolsillo, así que echó sus manos hacia atrás y las juntó, enfocó su mente en el centro de sus manos formando una esfera como en la cueva, y en el momento en que sintió que la esfera empezaba a crearse se concentró en las motos de los chicos y lanzó mentalmente la esfera hacia ellas, tirando las motos al suelo.

 

—¡Te lo dije! ¡Idiota, has tirado todas las motos por apoyarla en la mía! — gritó Tim culpando a Cody de las caídas de las motos.

—¡Seréis capullos! — dijo Nelson caminando hacia su moto.

—Toma tu pájaro, idiota —masculló Tim entregando a Peter el pájaro, pero retorciéndole el cuello antes.

—¡Noooooo! ¡Pajarito! — exclamó Peter con lágrimas en sus ojos, mientras sujetaba al pajarito que parecía estar muerto.

 

Los tres chicos se dirigieron hacia sus motos, y Sam y Sally, al escuchar a Peter gritar, se levantaron y echaron a correr hacia él. Los gamberros arrancaron sus motos y se fueron discutiendo entre ellos.

 

Sam y Sally llegaron donde estaba Peter.

 

—¡Pajarito! —murmuraba Peter con lágrimas en sus ojos acariciando al pajarito en sus manos.

—¿Qué ha pasado, Peter? ¿Estás bien?

—¡Peter, cariño, no llores! — trataba de consolarle

Sally.

 

Los dos abrazaron a Peter y lo hicieron caminar de vuelta al valle, pero cuando apenas llevaban unos minutos caminando, Peter se paró.

 

—Por favor, dejadme solo. Id delante, yo quiero despedirme de pajarito — dijo entre lágrimas y con voz triste.

—Como quieras, Peter, iremos unos pasos delante de ti cariño — le indicó Sally, y avanzó con Sam dejando a Peter allí clavado.

—Son unos desgraciados. ¿Por qué se metieron así con tu primo? ¿Qué daño les hizo? — preguntó Sam visiblemente enfadado.

—Esta clase de personas, por desgracia, existe en el mundo, pero si nos enfrentáramos o actuáramos como ellos para defendernos nos convertiríamos en ellos — respondió Sally con tranquilidad.

 

—Pero de alguna manera hay que pararles los pies, o se creerán los reyes del mundo y camparán a sus anchas.

—Sam — Sally se paró y lo miró directamente a los ojos — la energía que poseemos es poderosa, pero también depende de tus actos el que esa energía se haga más fuerte y más aliada contigo mismo. Si actúas con maldad, algún día esa maldad se tornará contra ti. Todo llegará Sam — explicó Sally.

 

Sam asentó la cabeza pensando en las palabras que había pronunciado Sally y prosiguió sin decir nada, mientras unos pasos más atrás estaba Peter con el pajarito muerto en sus manos y sus ojos empañados en lágrimas. Tenía tantas lágrimas que, al acercar sus manos con el pajarito en ellas para poder limpiar un poco su cara, una de sus lágrimas cayó en la cabeza del pajarito y este pareció recobrar la vida. Peter al notar que el pajarito comenzaba a moverse, musitó:

 

—Pajarito, lo siento, fue culpa mía, pero ahora puedes irte, vuelve a tu hogar y perdóname, por favor.

 

Peter soltó al pajarito y éste echó a volar como si no le hubiese sucedido nada. Sam y Sally no se dieron cuenta de nada porque iban ya algo más adelantados y hablando entre ellos, pero Sally se giró y vio a Peter sonreír.

 

—¿Ya estás mejor, Peter? — preguntó Sally.

—¡S… sí, Sally, mejor! — dijo Peter tartamudeando como de costumbre y acercándose corriendo hacia Sam y Sally.

—¿Y el pajarito, Peter? — preguntó Sam al ver que ya no lo llevaba en las manos.

—¡En el cielo! — respondió Peter sonriendo.

—Vaya, Sally, este primo tuyo es muy cariñoso, pero al pajarito lo habrá arrojado a algún matorral, porque a un entierro muy digno no creo que le haya dado tiempo — susurró Sam a Sally.

 

Sally miró a Sam con cara de circunstancia, como queriendo dar a entender que su primo no estaba bien, y Sam levantó sus cejas diciendo:

 

—¡Lo siento! ¡Pero es cierto!

—Bueno, Peter, lo importante es que estás ya bien, y que pajarito está en el cielo sonriendo, ¿verdad? —dijo Sally.

—¡Sí, Sally, pajarito en el cielo y contento! —replicó Peter con una amplia sonrisa.

 

Los tres chicos siguieron caminando colina abajo ya más contentos. Mientras tanto, en el bosque, los gamberros de las motos llegaron a una cueva en la montaña, donde se encontraba Colt esperándoles.

 

—¿Por qué habéis tardado tanto? — preguntó gruñendo.

—Estos, que tiraron las motos y ahora la de Tim parece que no va muy bien y tuvimos que ir más despacio — contestó Nelson.

—Quedan dos días para la luna llena y aún nos faltan preparativos para terminar la ceremonia de las Almas Perdidas. Raúl, el chamán, llegará mañana, y si no está todo listo se irá sin mediar palabra —explicó Colt.

—Bueno, tío, no te enfades, aquí está el agua y Cody tiene la Piedra de Esfinge, sólo nos falta el trozo de raíz del sauce sagrado y ya estará todo — dijo Tim.

—La raíz mañana sin falta, Nelson —ordenó Colt.

—No te preocupes, ya tengo controlada la hora a la que la puedo conseguir, hermanito.

—¡Bien! Que no se os ocurra fallar. Pasado mañana aquí a las doce de la noche todos, celebraremos la ceremonia e iremos a la Posada de las Almas. ¡Está a punto de empezar la guerra! — dijo Colt a los chicos, que sonrieron con desprecio.

 

Entretanto, Sam, Sally y Peter habían llegado a la casa de Sam.

 

—Bueno, Sam, voy a llevar a Peter a casa que ya se está haciendo tarde y él se cansa mucho con estas caminatas.

—¡Ha sido toda una aventura! ¡Me lo he pasado muy bien! — dijo Sam.

—Aunque tengamos clase mañana, ¿te apetece que nos veamos a las once esta noche un rato? —preguntó Sally.

—¡Claro! Pero aquí de noche apenas se ve nada.

—¡No, tonto! Digo como el otro día, con el libro — le aclaró con algo de vergüenza.

—¡Ah, vale! ¡Sí, claro! — Asintió Sam sonriente — pero esta vez cerraré la puerta con llave para que nadie nos moleste.

—Pues hasta esta noche — respondió ella sonriéndole con la mirada — ¡Y gracias por ser tan comprensivo! — le volvió a decir ya marchándose con Peter.

—Adiós, Sam, me ha gus… gustado conocerte —terció Peter.

—Igualmente, Peter, ¡a ver si nos vemos más! —gritó Sam mientras se alejaban los dos primos hacia la casa de Sally.

 

Sam entró en casa y su madre estaba preparando la cena.

 

—Sam, hijo, ¿de dónde vienes? —preguntó su madre, viendo a Sam entrar por la puerta.

—Estuve dando un paseo con Sally y su primo.

—¡Ajá! Pues se pasó Jim para ver si ya habías llegado.

—¿Y te dio algún recado?

—¡Pues no! Sólo que mañana vendría a buscarte para ir a la escuela.

—¡Ah, bien! Bueno, mamá, voy arriba que estoy algo cansado — dijo Sam cogiendo un sándwich que había preparado su madre y saliendo por la puerta de la cocina.

—¡Bueno, hijo! Otro día que me toca cenar sola — susurró su madre mientras Sam subía las escaleras.

 

Éste entró en su habitación y se tumbó sobre la cama, cogió el libro y la foto de Sally.

 

—¡Qué guapa eres! ¡Me estás enamorando, niña! — susurró Sam para sí mismo mirando la foto de Sally y sonriendo como un bobo.

 

Terminó de comerse el sándwich y cogió de nuevo el libro, lo abrió por la mitad y leyó: «Camino Espiritual».

 

—Suena interesante. Veamos: En tu camino espiritual te introducirás por viajes a lo desconocido hasta ahora, tu mente será llevada a estados donde el subconsciente puede comunicarse con el más allá, si sigues la pauta podrás ayudar a almas perdidas en su camino hacia la luz... ¡Vaya! Esto va más allá de lo que yo pensaba — susurró.

 

Continuó leyendo hasta que se sintió cansado. Se descalzó y, cuando se dispuso a dejar el libro sobre su mesita de noche, miró el reloj.

 

—¡Vaya! ¡Si van a ser las once! — volvió a susurrar

Sam.

 

Entonces cogió la foto de Sally, la volvió a mirar memorizando cada rasgo, cada cabello y cada trozo de piel, y se dispuso a relajarse para hacer el ejercicio. En breves segundos, su cuerpo espiritual empezó a elevarse y pronto se encontró con Sally.

 

—¡Vaya! ¡Qué puntual hoy! — dijo Sally sonriente.

—Sí, hoy no quería llegar tarde, que sé que eres muy puntual — explicó Sam con una sonrisa.

—Sí, bueno, depende para qué también — puntualizó Sally sonriendo también.

—Bueno, ¿adónde vamos hoy?

 

—Vamos a un sitio nuevo para mí, pero voy muy bien recomendada, y quería ir que fueses tú quien me acompañase por primera vez a ese sitio.

—¿Recomendada? ¿Por quién?

—Eso es cosa de chicas, así que no preguntes, sólo sígueme — dijo Sally y salió volando a gran velocidad.

—¡Espera! — gritó Sam, y salió volando tratando de alcanzarla.

 

Volaron hasta llegar a una lejana isla, bajaron donde había un enorme jardín botánico natural con todo tipo de flores y plantas. Todo era muy espectacular, las flores parecían estar colocadas de forma que sus colores se combinasen para dar al lugar un aspecto realmente impresionante.

 

—¡Cielo santo! Es más bonito de lo que me habían contado — dijo Sally realmente perpleja ante la belleza del lugar.

—Vaya, sí que es impresionante, sí — afirmó Sam.

—¿Y sabes lo mejor de este sitio?

—Dime.

—Que nadie ha puesto esto aquí, es cosa de la naturaleza, es un jardín botánico natural.

—¡Wow! Pues parece mentira, es realmente asombroso — dijo Sam.

 

Sally cogió la mano de Sam y caminaron por el lugar por un pequeño camino que se abría entre las flores.

 

—¿Sabes? Podíamos haber ido a París o Venecia, o algún sitio así, pero son sitios muy populares y que todos de alguna manera conocen, ¿esto no te parece más original?

—Pues la verdad es que sí, es muy diferente a todo, aunque tampoco me importaría ir a París — dijo Sam con una sonrisa torcida.

—¡Claro! Algún día iremos, pero me habló Lucía de este sitio, y la verdad es que no pude resistir la tentación, y quería que tú también lo conocieses.

 

Sam se quedó mirando por un momento a una zona descampada que había cerca del jardín.

 

—¿Qué es eso? —quiso saber Sam señalando hacia esa zona.

—¿Qué es qué? —preguntó Sally mirando en la dirección que señalaba Sam.

—¿No lo ves? ¡Un halo azul, ahí! — insistió Sam.

—No veo nada, Sam.

—¡Acerquémonos! —dijo Sam acercándose hacia el lugar, agarrando a Sally de la mano.

 

Cuando se acercaron lo suficiente, Sam vio dos figuras difuminadas en la zona escampada, trató de enfocar su vista y pudo ver a quién pertenecían esas figuras.

 

—¡Dios santo! —exclamó Sam sonriendo.

—¿Qué pasa? —dijo Sally extrañada porque ella no veía nada.

—¿Es que no lo ves? —preguntó Sam.

—Pues no, no veo nada, Sam. ¿Estás bien? — Sally empezaba a preocuparse.

—Son Jim y Lucía — susurró Sam a Sally.

—¡Oh! Ahora lo entiendo, claro: tú puedes ver otras energías en este estado. ¡Vaya…!  ¡Y qué callado se lo tenía la muy...!

—Me está empezando a gustar esto de ser diferente. Vaya con Jim, pero ¿sabes? Me alegro por ellos, Jim es muy buen tío.

—¡Qué rabia no poder ver lo que tú ves! Me hubiese gustado verlos, ¿qué hacen ahora? — preguntó Sally intrigada.

—Pues están sentados, con las manos agarradas, y él se acerca ahora como si fuera a decirle algo al oído —explicó Sam.

—¿No puedes escucharlos?

—¡Pues no! Supongo que no soy Supermán para tener un súper oído, estamos como a treinta metros de ellos. Además, tampoco sé si podría oírlos aun estando más cerca porque ya me cuesta verlos, los veo como difuminados aunque se distinguen bien… ¡¡joder!!

—¿Qué pasa ahora? ¡Cuéntame! — preguntó Sally aún más intrigada.

—Que de decirle algo al oído nada de nada, se la está comiendo a besos, jeje — explicó él sonriendo.

—¿En serio? ¡Jo! Y yo sin poder verlo, para verle la cara a Lucía...

 

Sam se quedó mirando a Sally, le sujetó ambas manos y la miró con ternura. Sally también cambió su mirada y se acercó a Sam hasta casi estar piel con piel.

 

—¡Me gustas mucho! — le susurró Sam, le sujetó la cara con las manos y se acercó para besarla. Rozó su boca con los labios y sintió una conexión fuera de lo común, deseó tener más y dejó que la magia surgiera en ese beso. Mientras se besaban, les pasaron por encima cientos de mariposas de muchos colores, como si todas las mariposas que estaban sintiendo los dos por dentro saliesen a saludar para que todos viesen lo felices que eran en ese momento.

—Has dado un vuelco a mi vida, Sam — susurró Sally con voz melosa.

—Yo ni siquiera sabía que estas sensaciones existieran, siento ese hormigueo del que me hablaban en el estómago y del que tanto me reía —susurró de nuevo Sam sin soltarla.

—¿En serio? ¿Será que es amor de verdad?

Sam no respondió, sólo sonrió mirando a Sally fijamente y ella le devolvió una tierna mirada, y se fundieron en un nuevo beso.

—Debemos irnos — dijo Sally susurrando sobre sus labios.

—¿Por qué?

— Porque mañana tenemos clase, ¿por ejemplo?

—¡Ups, cierto! — sonrió Sam separándose más de ella pero sin soltarla del todo.

—¿Qué hacen ahora Jim y Lucía?

—Ya no están — respondió Sam mirando hacia el lugar en el que había visto antes a la otra pareja.

—¡Volvamos! — dijo Sally, cogió a Sam de la mano y ambos salieron volando.

—¿Cómo hago para volver a mi cuerpo, Sally?

—Sólo piensa en tu cuerpo y desea estar en él.

—Muy bien, pues hasta mañana entonces — se despidió Sam con un último beso.

 

Y un segundo después, los dos chicos se encontraban cada uno en su cuerpo y en sus respectivas casas, abrieron por un momento los ojos, sonrieron y se pusieron a dormir.

 

 

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