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Capítulo 5

Primer día de clase.

 

Llegaron las nueve de la mañana y Daisy despertó de nuevo a Sam.

 

—¡Arriba, hijo! ¡Ya es la hora!

—¡Sí, mamá, ya voy! — dijo él con voz somnolienta.

 

Sam se levantó y volvió a mirar la foto de Sally que tenía sobre la mesita, esbozó una tímida sonrisa, puso música en su habitación y se dio una ducha. Mientras, llamaron a la puerta y Daisy se apresuró a ver quién era.

 

—¡Hola, Sra. Maison! —saludó Jim desde la puerta.

—¡Jim! ¿Qué tal? Pero pasa, hijo, pasa, no te quedes ahí.

—Venía a buscar a Sam, no sabía si le habían dicho a qué hora empezaban hoy las clases.

—Ah, pues sí, se está duchando ahora, anoche vino

Nel y nos dijo que empezaban hoy a las diez.

—¡Qué bien! Bueno, en ese caso lo espero y así vamos juntos.

—¡Muy bien, hijo! ¿Has desayunado ya? —preguntó Daisy.

—¡Sí, sí, no se preocupe, gracias!

—De nada. Bueno, ¡voy a prepararle algo a Sam!

 

En ese momento bajó Sam por las escaleras.

 

—Jim, ¿qué tal? ¿Cómo tú por aquí?

—¿Qué pasa, colega? Pues nada, he venido a buscar al novato para que no se pierda — dijo Jim sonriendo.

—¡Qué gracioso! Pero te lo agradezco igualmente — sonrió Sam también.

 

Desayunó apresuradamente y los dos chicos salieron de la casa camino de la escuela.

 

—Bueno, ¿y esta escuela cómo va? ¿Hay que comprar libros o algún material? Mi tío no me dijo nada — preguntó Sam con curiosidad. Lo que menos se imaginaba al graduarse en el instituto es que volvería a tomar clases tan pronto. Había aplazado la universidad para empezar el siguiente semestre, para así tener tiempo de averiguar algo sobre su padre, pero no contaba con lo que estaba viviendo en esos momentos.

—No, qué va, no te preocupes, aquí los pocos libros que hacen falta se los pedimos a tu tío en días concretos — respondió Jim.

—Ah, qué bien. ¿Y dónde está la escuela?

—Pues muy cerca de nuestra casa, pasando el puente del río, debajo del gran árbol — respondió Jim.

 

Los chicos iban caminando por un camino de tierra que llevaba al río, allí había un puente de madera que lo cruzaba y, al otro lado, un gran sauce, aquel árbol más que un sauce parecía una secuoya por sus enormes dimensiones, a pesar de no ser extremadamente alto, sí era enormemente grueso, los chicos se acercaron al sauce y en la parte de atrás del árbol vieron unas escaleras de madera que se introducían en la cercanía del árbol bajo tierra.

 

—¿La escuela está bajo tierra? — preguntó Sam sorprendido.

—¡Pues sí! Pero es muy agradable, ya verás — dijo Jim entre risas mientras bajaban las escaleras.

—¡Vaya, esto es enorme! — señaló Sam una vez dentro.

 

El interior de la escuela era como una normal, pero casi todo era de madera, se respiraba aire muy fresco. Había una gran sala cerca de la entrada y un pasillo que conducía a las clases. Los dos muchachos se reunieron en la gran sala con el resto de estudiantes. La sala era semicircular, con numerosos asientos y un atril en el centro, todo de madera y mucha iluminación.

 

—¡Hola, chicos! — saludó Dana.

—Hola, Dana, ¿has visto las listas de los chicos de primero? — preguntó Jim.

—¡Sí! Sam está en primero A con Lucía, y Sally está

en primero B — les informó ella.

—¿No estamos todos juntos los de primero? —preguntó Sam.

—No, Sam. El resto hasta quinto estamos en una sola clase por curso, pero los de primero estáis divididos en dos porque, al ser novatos, dicen que necesitáis un poco más de atención — explicó Jim.

—Ahí llegan Sally, Lucía y Jon — señaló Dana corriendo apresurada a saludarles.

—Estás en la misma clase que mi chica, cuídamela

¿eh? — bromeó Jim.

—¿Es Lucía? — Jim asintió con disimulo — No te preocupes... Pero ¿por qué no sales con ella en serio de una vez? — preguntó Sam.

—¡Ya te lo dije! Me da miedo estropear lo que tenemos.

—Jim, en esta vida el que no arriesga no consigue nada —dijo Sam dándole unos golpecitos en el hombro a Jim.

 

Mientras, el resto de los chicos se acercaron a mirar las listas de las clases y, tras echarles una ojeada, se reunieron con Sam y Jim.

 

—¿Qué pasa, Jim? — dijo Jon saludando con la mano.

—¿Cómo estás, Jon? — respondió Jim.

—Hola, Sally — dijo Sam sonriente.

—Ya he visto que nos han separado, pero has tenido suerte, te ha tocado Ray de profesor, que por lo visto es un fuera de serie — comentó Sally.

—¿En serio? Ese tío es genial, pensé que este año seguiría en segundo con nosotros — intervino Jim.

—Pues no, a mí me ha tocado Richard — dijo Sally.

—Ese tampoco está mal, pero Ray es la caña, yo lo tuve el año pasado y fue una pasada — recordó Jim.

Sally se acercó a Sam y le susurró al oído:

—Anoche me abandonaste.

 

Los dos chicos se separaron unos metros del grupo.

 

—No me lo recuerdes, ¿quieres? Fue mi madre, que me despertó para decirme a qué hora eran las clases. Me llevé un susto...

—Pues te perdiste lo mejor — dijo Sally sonriendo con picardía

—¡Qué rabia! No me digas eso, pero podemos volver a repetirla, ¿verdad?

 

En ese momento sonó una sirena brevemente.

 

—A clase, chicos — les interrumpió Jim.

—Bueno, nos vemos en un par de horas — dijo Jon  a todo el grupo.

—¡Vamos, Sam! — le llamó Lucía, y Sam respondió con la mano sin obtener respuesta a su pregunta.

 

Los chicos se fueron a sus clases, y Sam y Sally se despidieron con una tierna sonrisa. Ya en clase y una vez que todos estuvieron sentados, entró el profesor. Era un hombre de estatura media, moreno, ya con algunas canas y con barba descuidada. Podría pasar totalmente desapercibido entre una multitud, de no ser porque había algo especial en él que a Sam le llamó la atención, sin saber muy bien qué era.

 

—¡Buenos días! Bueno, me voy a presentar: soy Ray y voy a ser vuestro tutor este curso. Antes de nada, y para todos aquellos que aún no entendéis muy bien de qué va todo esto, deciros que si estáis aquí es porque tenéis un don maravilloso, que en el caso de algunos seguro que ya habéis comprobado en menor medida, y en el caso de otros no, sin duda porque se os ha estado reservando hasta ahora.

—¡Señor! Tengo una duda: ¿por qué no se nos informó a la mayoría de este don y han esperado a que cumplamos dieciocho años? — preguntó Jason, un chico que estaba sentado al lado de Sam y Lucía.

 

—Muy buena pregunta, y la respuesta es muy simple: todos vosotros habéis pasado por la adolescencia ya, ¿no? ¿Y cuántos de vosotros no ha cometido alguna estupidez con catorce años? ¿O quince? Seguramente la mayoría. Bueno, pues esas estupideces con el don que tenéis desarrollado serían muy peligrosas, ese es el principal motivo, el esperar a que seáis lo suficientemente maduros para esto.

 

Muchos alumnos asintieron con la cabeza aprobando la respuesta del profesor

.

—¡Menuda gilipollez! — replicó Nelson desde su asiento, un muchacho que a Sam le recordó mucho al ex novio de Sally, y que después se enteró por Lucía que era el hermano de Colt.

—Perdone, señor Nelson, si no le importa cuando quiera expresar algo, levante la mano y se le dará la oportunidad de expresarse. Demuestre un poco de educación, por favor — dijo Ray.

—Otra gilipollez más... — volvió a replicar Nelson, pero antes de terminar la frase el profesor Ray extendió la mano a la altura del hombro y levantando los dedos hizo que Nelson gesticulara con la boca pero que no se escuchase nada, como si se hubiese quedado mudo.

 

—Disculpe, señor Nelson, no le escucho — dijo Ray. Nelson trató de hablar pero ninguna palabra salía de su boca.

—Si no aprende a comportarse permanecerá así todo el curso. ¿Es lo que quiere? — preguntó el profesor.

 

Nelson movió la cabeza dando a entender que no quería eso y Ray bajó entonces su mano para que Nelson pudiera hablar.

 

—Espero que entienda la importancia de saber comportarse en el aula, puede acatar las normas o simplemente no venir más, ¿de acuerdo? —d ijo Ray acercándose a Nelson.

—¡Está bien, lo siento! — respondió Nelson con voz de no estar muy de acuerdo.

—¡Muy bien! Pues empecemos entonces. Todos los

que están aquí deben saber que poseen un gen poco común que desarrolla sus capacidades mentales mucho más allá de la propia consciencia, ese potencial lo tienen aún dormido, y conseguirán desarrollarlo gracias a estas clases. Algunos de ustedes ya habrán comprobado alguna de esas habilidades, supongo, a través del libro de iniciación. Pero, bien, todo eso son cosas básicas. Quiero que entiendan una cosa, imagínense que están en medio de una gran ciudad, quiero que se paren a pensar la inmensa cantidad de ondas que les pueden envolver, ondas de miles de emisoras de radio, de cadenas de televisión, ondas de teléfonos móviles, Internet y un largo etc., todo eso es energía que de por sí no vemos y no captamos, a no ser que interceptemos esa frecuencia, bien sea con un receptor de dicha frecuencia, ya sea por medio de una radio, un televisor, etc. O, atención, con el propio cerebro. Sí, sí, no miren con cara de extrañeza, yo tengo en mi casa un televisor y una radio, pero simplemente por si viene alguna visita, ya que puedo llegar a visualizar o captar cualquier onda a mi alcance y ver ese canal de televisión o escuchar ese canal de radio simplemente a través de los pensamientos. Pues bien, eso es lo que vamos a practicar hoy. Quiero que se relajen, vacíen sus pensamientos y se concentren en una radio, quiero que la visualicen en su mente y vean bien el dial, traten de verlo como una cosa real, muevan el dial y vayan buscando emisoras, y quiero que se paren en el 99.4 del dial, el primero que capte algo que levante la mano.

 

Al cabo de unos pocos segundos Lucía levantó la mano.

 

—¿Sí, Lucía?

—¿Es una entrevista a un agricultor local?

—¡Exacto! ¿Quién más ha captado la emisora?

 

De los catorce chicos que había en clase, ocho levantaron la mano.

 

—Bien, bien ya lo vais captando, el resto centraos en el ejercicio, tenéis que coger esa onda con facilidad.

 

Sam levantó la mano.

 

—¿Sí, Sam?

—Señor, estoy escuchando la entrevista, pero es que además la estoy viendo — dijo Sam aún concentrado en el ejercicio.

—¿Cómo? A ver... — Ray se concentró unos instantes — Es cierto, la entrevista la está emitiendo una televisión local, pero es una frecuencia distinta a la de la radio, es decir, que has captado la energía del dial y después has ido más allá y has captado la energía del lugar. Vaya, sorprendente para tu primera vez. ¿Alguien más capto la energía del canal de TV?

 

Nadie levantó la mano.

 

—Bueno, está bien. Descansad un poco, despejad vuestra mente. Otra cosa fundamental que debéis saber es que estos ejercicios si no se saben canalizar bien te agotan mentalmente, para eso es fundamental centrarse en las palmas de las manos, ahí tenemos una fuerte entrada de energía. Visualizad una especie de esfera roja y dejad entrar a través de ella la energía, notad cómo fluye por vuestro cuerpo, basta con varios segundos para recuperarse.

 

En ese instante sonó un pitido, como de un timbre que anunciaba el final de la clase.

 

—Bien, chicos, hoy la clase es corta, recordad que las clases empiezan mañana antes, o sea, que a las 8 os espero a todos, dadle un repaso al libro de iniciación.

 

Los chicos salieron de clase y por el pasillo fueron hablando de sus cosas, hasta que se encontraron con Jim.

 

—¿Qué tal tu primer día, Sam? — preguntó Jim.

—Pues no ha estado mal, es realmente asombroso lo que se puede aprender aquí — respondió.

—A mí no me coge muy de sorpresa todo esto, pero es porque ya llevo muchos años en el valle — dijo Lucía.

 

—¡Sí! Tú eres toda una veterana sin experimentar — bromeó Jim esbozando una tímida sonrisa.

—¡Qué gracioso! — replicó Lucía sonriendo.

 

En ese momento se incorporaron Dana y Sally al grupo.

 

—¿Qué tal, chicos? ¿Nos acompañáis a la librería de Nel? Dana tiene que coger un libro — dijo Sally.

— Yo sí os acompaño que también tengo que coger uno — respondió Jim sonriendo.

—Claro, vais a la misma clase, supongo que será por eso que los dos tenéis que coger libros — señaló Sam.

—¡Qué listo! Pues claro — dijo Dana sonriendo.

—Bueno, pues vamos todos y así damos un paseo —sugirió Jim.

 

Los chicos subieron las escaleras y se pararon en lo alto de la entrada de la escuela, allí estaba Nelson subiéndose a una moto, y junto a él dos chicos más con sus motos y los cascos puestos.

 

—Yo no sé por qué viene Nelson a la escuela, si luego se junta con la pandilla de las motos —comentó Sally.

—Bueno, estando su hermano metido en esa pandilla es normal que el hermano pequeño les siga, lo raro es que aún viva en el Valle con su tía y no se haya ido a la Aldea a vivir con su hermano — dijo Jim.

—Éste después del comportamiento que ha tenido hoy en clase no creo que acabe bien —observó Sam.

 

Los chicos continuaron caminando, hacia la librería de Nel, comentando emocionados cómo había sido su primer día. Aquel curso de verano iba a ser muy diferente y especial para Sam.

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