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Ya en el coche, el primo de Julián tenía ganas de continuar la fiesta y no hacía más que poner sus temas del verano en el reproductor. Las chicas se miraban y sólo con ese gesto los pensamientos eran mutuos. Julián sabía que había quedado de nuevo como un héroe salvador, otro punto ganador para que Teresa se planteara de nuevo su historia en un futuro, quizás tras el fin del verano cuando todos hubiesen tomado su nuevo destino. Esa misma mañana ella lo había dejado con él porque sentía que sólo eran amigos, pero, ¿y él? Él lo había asumido porque no había tenido elección, no tenía argumentos para poder convencerla de lo contrario, no hasta la fecha.

 

—¡Es que no lo entiendo, siempre tienen que acabar de la misma manera! Cada vez que se juntan, cada nuevo encuentro entre los dos acaba igual… Y yo que pensé que este año el forastero había cambiado algo… ¡Si lo sé no le doy la mano para impedirlo, el resultado no me ha valido para mucho! —Teresa se quejaba indignada, después de un año entero esperando para volver a verle, para saber cuáles eran los sentimientos de los dos, y lo que más odiaba se lo había mostrado la primera noche en bandeja y sin esfuerzo.

 

—Teresa, piensa que Alonso también los ha provocado. Él se las ha tirado encima, únicamente quería saldar las cuentas del año pasado. Acabar lo que ellos les habían dejado de herencia. —Intentó calmar Mónica a su compañera Teresa.

 

—Lo sé Mónica, lo sé. Ahora lo único que quiero es acostarme y mañana veré las cosas de otro color. Pero no deja de molestarme el hecho de verlos a todos sumidos en repartir tortazos por todos los lados. Sigo sin comprender que le ven a pegarse sin más, aparte de ser gratis.

 

—¡Hombres! Todos cortados por el mismo patrón, como bien decía ya mi abuela en sus años de juventud, son de otra pasta. Sus hormonas están revolucionadas y tiran por ahí… Jajaja.

 

Las dos chicas rompieron  a reír  con unas sonoras carcajadas, las cuales se escucharon por encima de la música que sonaba en aquel momento. Finalmente, y aunque ellos lo negaran, todos tenían la misma filosofía de vida, y más cuando se juntaban unos cuantos. La valentía ya formaba parte de su hombría, como un órgano más.

 

— ¿Alguien ha dicho hombres? —preguntó el primo de Julián, tras acabar la canción que sonaba en ese momento en el interior del coche.

 

— ¡Primo! Deja a las chicas, están cansadas. Las llevaremos para sus casas y nosotros a la nuestra, ¿ok?  No insistas que nos conocemos…

 

—Pero primo, han dicho “hombres” —contestó enfatizando en la palabra de su género —Bellezas, ¿nos necesitáis esta noche? Le habéis dado calabazas a vuestros hombres peleones, si queréis aquí tenéis a dos que os darán amor, sólo amor…prometido —las últimas palabras, se las había dedicado girándose para ver sus caras de asombro.

 

—Jajaja —ambas chicas no podían parar de reírse. Lo que menos esperaban era acabar la noche con Julián, y menos con su primo en aquellas condiciones. Un sabor de boca diferente, sin duda.

 

—¡Primo, déjalas ya!

 

—Si no pasa nada Julián, preferimos este final de noche, al que hemos tenido realmente. ¿Dónde dices que nos vas a dar amor? Jajaja —se carcajeó Mónica de la situación.

 

—¿Paramos en el bar de la piscina? Puede que todavía se encuentre abierto. ¿Probamos? —ofreció Teresa como alternativa, necesitaba acostarse sin pensar en nada más, y la idea de hacerlo con una sonrisa no le disgustaba en absoluto.

 

Afortunadamente el bar de la piscina todavía se encontraba abierto y pudieron tomarse una cerveza los cuatro, acabando la noche entre risas. Quizás la idea de dejar a Julián no había sido la más acertada, aunque como amigos sí que tenían mucha conexión, se entendían a la perfección. Mónica no paró de reírse todo el tiempo, y de contar la aventura que le esperaba en Madrid a partir del siguiente Septiembre. Julián y su primo disfrutaron como nadie de aquella compañía en aquella primera noche de verano, nada tenían que envidiar las chicas de Casillas a las de Ceclavin.

 

Cuando cerraron el bar, todos se quedaron con ganas de poder continuar aquella reunión improvisada, realmente estaban a gusto. Posiblemente se repetiría en alguna que otra ocasión. Julián, como buen caballero, dejó a cada una de las chicas en sus respectivas casas y se aseguró que entraban en ellas antes de arrancar de nuevo con su coche, mirando hacia la puerta de su exnovia con la esperanza de hacer ese viaje en más de una noche. Teresa, en cambio, se acostó en su cama sin pensar en nada más; la noche le había dado una segunda oportunidad, y la sonrisa se instaló en su cara para poder conciliar el sueño, aunque su cabeza realmente estuviese pensando en otro tipo de situaciones.

 

Dylan y el resto de los chicos se habían quedado sin habla al ver que ellas se iban con Julián en el coche, un mal comienzo para un verano largo. Tendrían que solucionarlo de alguna manera, pero debería ser rápido, para los objetivos marcados por alguno de ellos el tiempo no corría a su favor.

Tras un tiempo de recomposición por los golpes recibidos, se montaron en el coche quedando con un “Hasta mañana” como despedida general.

Marta esa noche dormiría con Pedro. No podía permitir dejarlo en ese estado solo, no quería, y él se lo agradecería eternamente. El pilar de su vida en estos momentos era su chica, sin condicionantes, y, aunque tampoco estaba a favor de su comportamiento, siempre se buscaban justificaciones para los hechos.

 

Sergio se fue para su casa pensando en Mónica. ¿Por qué se habría montado con Teresa en aquel coche? ¿Realmente estaba interesada en alguno de sus ocupantes? Las dudas y el hecho de no saber no permitieron  que Morfeo aterrizara en su almohada nada más encontrarse con ésta. Tras unas cuantas horas de reloj únicamente escuchando su tic tac, sin nada a cambio, Sergio al fin concilió el sueño. Dylan llegó a su casa y, como todavía se encontraba sin sus padres, no tenía a quien darle explicaciones del porqué de aquel sangrado por la nariz, ni el motivo por el que le costaba caminar; por esta vez, se había librado de ese mal trago. Consciente de que Teresa le había dado la mano en el Macaes para impedir que saliera, y de que el hecho de conocer sus sentimientos le costaría más trabajo de lo que pensaba, intentó dormir, pero los intentos fueron en vano. Finalmente  cerca del alba, consiguió cerrar los ojos sumido en sus pensamientos y dolorido por los golpes recibidos.

 

Al día siguiente, Marcos se levantó con ganas de escribir un rato, sus amigos la noche anterior habían tenido un encuentro con el destino que le iba a costar caro con su objetivo de verano, y aquello era fuente de su inspiración. Al encender el ordenador leyó un mensaje privado en su correo electrónico que le avisaba del fin de plazo de inscripción para el viaje a Madrid, que sería el primer fin de semana de Julio. Con todo el lío que se había montado la noche anterior, se había olvidado de comentarlo al grupo. Sólo tenían hasta ese día a las ocho de la tarde para poder beneficiarse del descuento por grupo. El viaje lo organizaba la Asociación de Intercambio Cultural de Jóvenes Sin Fronteras convocada por el ayuntamiento, todos los años el mismo fin de semana, como requisito principal ser mayor de edad o en su defecto autorización de los tutores legales, partirían en tren desde la estación de Cáceres y llegarían a Madrid en apenas unas tres horas. Su misión consistía en reunir a jóvenes de toda la Península en la capital para intercambio de pareceres ante el abanico cultural de año concluido.

Automáticamente, Marcos comenzó a llamar a cada uno de sus posibles acompañantes al evento, pero con tan mala suerte que ninguno le respondió a la llamada. Decidió enviar un mensaje al grupo para convocarlos   después de comer en las escaleras de la plaza del ayuntamiento con la esperanza de que se enteraran antes de la hora citada y pudieran entregar los trámites en plazo.

 

Un sonido ensordecedor sonó en la casa de Pedro, la música del móvil despertó a los dos ocupantes de la casa en aquel momento.

 

—¿Sí? —Intentó contestar Pedro, con una voz muy débil y ronca.

 

—Pedro, tío… ¿Has visto la llamada de Marcos? ¿Y el mensaje del grupo?  Y… No sabes de lo que me acabo de enterar, si es que… no teníamos que habernos metido en líos ayer, ¡lo sabía!, tenías razón que no puedo dejar escaparla, sa… —Dylan estaba demasiado alterado como para poder terminar la frase.

 

—¿Si Dylan? ¿Qué ha pasado? No he visto el mensaje de nadie, ni llamada, no sé lo que me estás contando ¡Me acabas de despertar!

 

—Lo siento tío pero ya llegamos tarde, quiero decir que no sé si será demasiado tarde, ayer me han....

 

—¡Dylan, espera por favor! —Pedro cortó la conversación en aquel momento, se acababa de despertar y no entendía que tenía que contarle su amigo, necesitaba un poco de luz para poder aclarar su mente y escuchar las palabras del otro lado del auricular, por su nerviosismo, parecía importante. —¿Vamos por partes, te parece? Primero, ¡buenos días! Aunque sean las dos de la tarde, buenos días colega.

 

—¡Déjate de formalismos y levántate de la cama! —Dylan empezaba a impacientarse.

 

—Tranquilo, forastero. Ya estoy levantado y ahora, por favor por partes. Primero ¿qué es  lo que  te tiene tan nervioso? ¿Teresa?

 

—Pedro, recordarás que ayer la liamos buena con la pelea con Alonso, y que Teresa y Mónica se fueron con Julián y su primo ¿Verdad? Si no te acuerdas, ya te estoy haciendo yo memoria. Bien pues si ahora lees los mensajes del grupo verás que Marcos nos ha convocado para hoy después de comer para una excursión o no sé muy bien de lo que nos quiere hablar. El caso es que cada uno ha ido contestando a su ritmo con un “ok” y cuando Teresa lo ha hecho además informó que había trasnochado y se había acostado con una sonrisa en la boca, gracias a la buena compañía inesperada de última hora, lo que…

 

—¡Cálmate Dylan! Sí recuerdo lo de anoche, mi cuerpo todavía me informa de ello. Y lo de Marcos, pues iremos a la plaza a la hora que nos dice y veremos. Lo de Teresa, ¿de qué tienes miedo? ¿No eras tú el que estabas seguro de que no iba a volver con Julián? Tú mismo me lo has dicho ayer por la noche.

 

—Lo sé tío, lo sé. La he cagado pero bien ¿Y si se ha liado con Julián de nuevo? Bufff… no me lo quiero imaginar. Sus ojos ayer me decían que no, pero ahora ya no sé lo que pensar. ¿Tú que crees?

 

—Sinceramente, no lo sé. A veces a las mujeres no hay quien las entienda, pero luego no me digas que yo no te he avisado, ¡eh! Y ahora, ¿qué vas a hacer? ¿Se lo vas a decir ya de una vez?

 

—Ahora sólo me queda tirarme a la piscina aunque no tenga red. El tiempo no corre a mi favor… Bufff!!!! Estoy hecho polvo, en serio, esto me duele más que la patada que me dio ayer Alonso en todas mis partes viriles.

 

—Jajaja… Menuda comparación. ¡Vaya exageración! Mira que una patada en tus partes duele mucho, ¡eh!

 

—Si quieres probar y comparar luego te doy una, ¡capullo! Gracias por tu no ayuda —contestó en tono sarcástico el forastero catalán.

 

—No es eso, Dylan, simplemente que me ha hecho gracia la comparativa. Vamos a hacer una cosa si te parece. Hoy nos vamos a la quedada organizada por Marcos. Vemos como está la situación y decidimos si te tiras a la piscina o te doy otra patada en tus partes. ¿Qué me dices?

 

—¡Pero serás capullo! La patada al final ya se yo quién se la va a cobrar. Nos vemos en la plaza entonces, pero antes de decidir nada, consúltame por favor.

 

—Sin problema, sabes que no haría nada que tú no hicieses por mí. ¿Verdad Marta?

 

—¡Oye! Dime que Marta no está ahí contigo, y que no has puesto esta conversación en manos libres. Confiesa.

 

—Sólo te puedo decir a lo segundo que no, nunca lo haría. ¡Hasta ahora!

 

Tras esas últimas palabras se cortó la comunicación entre los dos amigos. Pedro se alegraba enormemente de que Marta hubiese aparecido de nuevo en su ángulo de visión y lo conmemoraba con un beso sonoro con mucho sentimiento. Dylan en cambio, no sabía qué pensar. No tenía idea de cómo actuar. Después de comer tendría alguna pista más.

 

Todos acabaron de comer y fueron puntuales a su cita en la plaza, hacía demasiado calor para un día de finales de Junio, y buscaron la sombra para poder hablar con más calma. Julián había confirmado a última hora que no podría asistir al encuentro, lo cual llenó de satisfacción a Dylan; ahora realmente lo veía como un rival, porque desconocía lo que había pasado la noche anterior  tras su marcha con Teresa en el coche, y porque él quería volver a intentarlo con ella. El último en llegar al encuentro había sido Sergio, que venía escuchando su música con toda la calma del mundo en su nuevo reproductor de última generación.

 

Cuando estaban todos juntos, las chicas se reunieron en la parte de abajo y los chicos se sentaron en las escaleras de arriba, entre ellas comentaron  con una voz muy débil como estaba la situación después de lo ocurrido la noche anterior. Las caras de Mónica y Teresa eran de satisfacción tras recordar la última cerveza en el bar de la piscina. Marta vaciló a ambas tras el cotilleo, nunca se sabía cómo podía acabar una noche. Dylan y Pedro, las observaron para poder analizar las consecuencias de aquel encuentro. Tenían una misión bastante complicada para llegar a alcanzar un final feliz.

 

—Chicos ¿Recordáis el viaje a Madrid que no pudimos hacer el año pasado por ser menores? —Comenzó Marcos a hablar, que se notaba realmente emocionado —Bien, pues este año casi todos vosotros tenéis los dieciocho, a mí me quedan unos días pero para la fecha ya los tendré cumplidos.

 

—¿Nos vamos a Madrid? ¡Genial! Así podré familiarizarme con la cuidad antes de Septiembre, y con vosotros… ¡Esto es maravilloso! ¿No creéis? —interrumpió Mónica, antes de saber realmente las condiciones de aquella escapada.

 

—¡Más datos Marcos! ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cuándo? —Preguntó Sergio al ver tan emocionada a Mónica, él no se quería perder aquella oportunidad por nada del mundo, aunque realmente las grandes ciudades no eran su plato más fuerte, únicamente para poder disfrutar de los conciertos, pero de aglomeraciones a un ritmo diario ni de broma.

 

Dylan miraba a Teresa, ésta únicamente se limitaba a observar pero todavía sin pronunciarse. Su objetivo era ella, pero tampoco iba a vivir amargado el resto del verano porque lo suyo no funcionara. Él tenía claro que se apuntaría a esa excursión con los demás.

 

—Bien, tranquilos chicos. He visto que el plazo acaba hoy a las ocho de la tarde. Si queremos ir tenemos que decidirnos y darnos prisa a mandar los formularios cubiertos. Si tenemos los dieciocho en la fecha de la excursión podemos ir sin autorización, pero si no debemos pedírsela a nuestros padres. No creo que tengamos problema, al organizarlo la Asociación nuestros padres se quedan más tranquilos que si fuese por nuestro lado. Es una gran oportunidad para conocer Madrid y de estar todos juntos un fin de semana, ¿no?

 

—¡Contad conmigo! Me gustaría más que fuese en Barcelona, pero si tenemos que ir a Madrid, iremos a Madrid —confesó Dylan sin dejar de mirar a Teresa en ningún momento.

 

—¿Marta tú vendrás? —le preguntó Teresa.

 

—Yo tengo que consultar en casa, seguro que tengo que apretar esta semana alguna de las asignaturas de Septiembre para que me vean estudiar algo, pero todo sea por ese fin de semana en la capital.

 

—¿Y tú, Teresa? —habló el corazón de Dylan en ese momento.

 

—Lo consulto, y en breves os digo algo.

 

—Chicos, no tenemos tiempo que perder. A consultarlo con quien deba y en una hora nos vemos aquí de nuevo, ¿de acuerdo? —Insistió Sergio.

 

Cada uno se fue a sus respectivos hogares con sus pensamientos a flor de piel, pensamientos y sentimientos encontrados para más de uno. Todo lo que podía suceder y no ocurrir en un fin de semana en Madrid, realmente el dónde era lo menos importante, ya que la prioridad en aquellas situaciones era sin duda el qué. Una hora después se reunieron de nuevo en las escaleras del ayuntamiento, todos tenían la autorización de sus progenitores para poder hacer aquel intercambio cultural. Las mentes de cada uno viajaban por libre, cada cual con su interés. Marcos se encargaría de cubrir los formularios y organizar los pasos previos para poder llevarlo a cabo.

La tarde pasó con mucho trajín de una casa para otra organizando la documentación, y por fin,  cuando dieron las ocho en punto en el reloj, los trámites estaban completos. Los chicos se irían a Madrid un fin de semana todos juntos.

 

Mónica seguía emocionada con la situación, no le hubiese salido mejor ni aún habiéndolo planeado. La noche comenzaba a caer, y se encontraban sentados en los bancos laterales de la Ermita de San Blas, mientras Pedro recordaba en voz alta su primera experiencia en la Senda de los Molinos del río Alagón. Era pequeño, de unos seis años y había ido con sus padres y sus primos a dar un paseo por la senda. Los mayores avisaban del posible peligro de caerse en el río con caudal en aquella época del año, pero ellos únicamente pensaban en jugar. Saltaban entre las piedras y las laderas del camino, jugándose el caer o no al agua. Finalmente, en un descuido, se habían caído empapándose desde los pelos de la cabeza hasta el dedo gordo del pie, aparte de llevar con ellos una buena mojadura, la regañina de sus padres había sido monumental. Curiosamente nunca más se volvió a caer en el mismo tramo. Los ojos se le empezaron a llenar de lágrimas y Dylan intentó desviar el tema con su primera caída en el mismo sitio, aunque un tramo del río diferente. Acabaron riendo de nuevo recordando aquel verano en el que, gracias a la caída, se perdiera quince días de sus vacaciones con la pierna totalmente escayolada. Pedro, sumido en sus pensamientos, decidió marcharse para casa; estaba cansado y todavía algo magullado por la pelea de la noche anterior, en momentos de recuerdos imborrables necesitaba refugiarse solo, en su hogar. Marta lo acompañó en su decisión.

 

Mónica, Marcos y Sergio los siguieron poco tiempo después, de camino a sus casas seguían planeando el fin de semana que les esperaba en Madrid. Sergio ya estaba cruzando los dedos desde que Marcos lo había planteado, sería realmente una oportunidad que no podría rechazar. Su pelirroja estaría más emocionada que cualquier otro día, y fluyendo los sentimientos de alegría, jugaría su baza.

 

Teresa y Dylan se habían quedado solos sin haberlo planeado. La situación era tensa, y ninguno de los dos sabía muy bien qué decir. Teresa se sentía defraudada, pero realmente con ella no tenía nada más que una relación de amistad. No le gustaba en absoluto su facilidad para ofrecerse a pelear, pero eso no la perdonaba de sus sentimientos. Ella sentía algo por él, indescriptible, como si le perteneciera, pero no siempre las cosas pueden ser perfectas. Dylan lo tenía claro. Sabía que tenía que atacar en ese momento, las dudas que divagaban en su cabeza lo llevaban atormentando todo el día y parte de la noche anterior. Éste era uno de esos momentos en los  que debes actuar sin pensar en las consecuencias, tragó saliva y empezaron a fluir las palabras por su boca.

 

—Teresa, yo… Yo creo que te debo una disculpa, ayer… —Las palabras salieron  entrecortadas, respirando con dificultad, ante los nervios de una negativa.

 

—¡Dylan, ya está! No pasa nada, a mí no me tienes que dar ninguna explicación. Sabemos que Alonso, al final, las acabaría cobrando y ayer ha sido el día. Ya sabíamos lo que iba a pasar a finales del verano pasado —realmente, no quería decírselo así, tenía que confesar que eso no le había gustado lo más mínimo y que así con ella no llegaría a ningún puerto, pero no podía ser tan sincera consigo misma; tampoco lo quería perder de vista después de un año esperando a que apareciese de nuevo. Ella no le iba a confesar lo que pensaba realmente, no se desnudaría ante él y sus sentimientos sin saber lo que él realmente sentía. Ella no iba a ser la que diese ese primer paso, no sabía si quería seguir con esto.

 

—Lo sé, pero soy consciente de que no es la mejor manera de empezar el verano. Ayer os fuisteis con Julián y su primo, y no sé lo que ha pasado.

 

—Pero…, ¿qué tiene que ver eso ahora? Con ellos no ha pasado nada Dylan, simplemente no me gusta ese tipo de situaciones y lo sabes. Yo no tenía coche para irme a mi casa y vi en Julián una vía de escape para no ver más aquella absurda pelea. Intentamos en varias ocasiones pararos pero ninguno atendía a razones, peleando como si os fuese la vida en ello, como si dependieseis de eso para seguir respirando, sólo tengo que ver en tu cara las marcas que os habéis dejado. —Teresa estaba alterada y confundida, no era consciente de las palabras que le estaban saliendo de la boca.

 

—Pero la culpa ha sido de Alonso, él ha venido a provocarnos, él…. —intentó excusarse Dylan.

 

—Shhhhhh forastero, no continúes por ahí —le colocó el dedo índice sobre sus labios y una sensación única que los invadió a ambos haciéndose dueña de sus cuerpos. —Sabías que esto ocurriría de un momento a otro, habías tomado tu decisión en el momento de organizar la del año pasado, y también ayer cuando se ha presentado en el Macaes.

 

—Lo sé Teresa, lo sé. —Cabizbajo y pensativo se quedó contemplando las baldosas de la plaza, confirmándose a sí mismo que ya no tenía argumento. Teresa tenía razón, las consecuencias de los actos era necesario pensarlas antes.

 

—Dylan, no te compliques, y no lo pienses más. A mí no debes ninguna explicación —realmente le encantaba conocer su versión, y tenerlo así delante de ella, a su disposición, indefenso, pero no se lo iba a confesar —recuerda que únicamente pasamos los veranos juntos, y quién sabe si éste será el último, viendo el futuro que nos espera a cada uno para el año que viene… —Esa reflexión paralizó el corazón de Teresa por unos segundos, no se había dado cuenta  de esa posibilidad, llevaba todo un año esperando para volver a verle y podía que fuese el último verano que pasasen juntos.

 

—¡Que no, Teresa! Yo seguiré viniendo de Barcelona y os veré a todos. En Barcelona tengo mi gente, pero vosotros sois realmente mis amigos, mis compañeros, aunque no os vea durante el año físicamente, siempre llega algún email o un mensaje que te alegra el día. No, no vamos a dejar de vernos, estoy convencido. Dime que seguirá siendo así.

 

En ese mismo instante, las miradas de ambos se cruzaron, no siendo  necesarias las palabras, los ojos reflejaron los sentimientos del corazón y ya no por la sensación de no volver a ver a toda la pandilla, si no porque realmente el amor del verano era posible que se esfumara, si ninguno de los dos mostraba un primer paso. A Teresa se le había olvidado la pelea y la conversación anterior, necesitaba saber que podía ser aquel Dylan con el que había soñado tantos veranos y largos inviernos en el pueblo. Dylan cada vez lo tenía más claro, de este verano no pasaría, si ella tenía razón perdería la ilusión de saber lo que se sentía en una relación de una chica de la que  parecía que estaba enamorado.

 

Una ligera brisa empezaba a asomarse, y el reloj estaba anunciando una hora más con una campanada. Teresa empezó a sentir ese aire, y su piel respondió a ello con un ligero escalofrío. Dylan lo sintió y automáticamente le echó su chaqueta por sus hombros. Los ojos de ambos de nuevos se cruzaron.

 

—¡Gracias! La verdad es que empieza a refrescar ahora. ¿Qué hora será? He oído la campana pero, no he contado las anteriores —intentaba decir  Teresa ante aquel gesto tan caballeroso del chico que tenía delante.

 

—Es la hora de…

 

Sin pensarlo, Dylan se fue aproximando a su boca, necesitaba darle su calor y mostrarle realmente lo que sentía. Cuando se encontraron cerca, la miró intensamente y comprobó su mirada de aprobación. Un beso sonoro y dulce se desató bajo aquella ermita. Sentimientos encontrados, mariposas en el estómago, y al fin reconocieron que ambos navegaban en el mismo barco. Tras ése llegaron unos cuántos más, hasta que otra campanada volvió a sonar en la torre de aquel campanario.

 

—Gracias por nada —contestó Dylan tras aquel primer intenso contacto, intentando así retomar la conversación anterior.

 

—Jajaja…Dylan…eres, eres —y otro beso suave calló aquella boca que lo traía loco desde hacía tanto tiempo atrás.

 

—Dime, ¿qué soy? A parte de un forastero que….

 

—Un forastero que besa genial —acabó Teresa la frase que él había empezado.

 

Aquella confirmación era lo que él necesitaba para poder aprovechar aquel verano. El semblante de sus caras cambió por completo, al igual que la perspectiva de lo que le quedaba por delante. Se levantaron cogidos de la mano y tomaron aquel paseo hasta sus casas como uno de sus primeros momentos juntos entre risas, confesiones, planes y propósitos futuros que eran parte de una historia, la suya. Llegando a casa de Teresa, observaron la luz de un coche aproximándose al muro divisor de las tierras, pasando a toda velocidad pero se quedaron con la forma y el color de éste, un coche amarillo y deportivo era muy extraño verlo por aquellos lugares, y menos a esa velocidad. De pronto el coche se detuvo delante de la casa de ella, y de éste, tras unos minutos, se apeó Sonia, la hermana pequeña de Teresa. Ambos se escondieron detrás de unos arbustos para no poder ser vistos e intentar contemplar, si fuese posible, la persona que lo conducía. El conductor no había mostrado su rostro, pero sí habían podido oír un: ¡Hasta mañana, muñeca!

 

Teresa sorprendida ante lo que sus ojos observaron, deseaba salir de su escondite y pedirle explicaciones a su hermana de tan sólo quince años, pero era consciente de que siguiendo ese plan no conseguiría nada, así que apretó con fuerza la mano de Dylan y se quedó paralizada hasta que Sonia entró en su casa.

 

Sonia era una chica morena de ojos verdes, extrovertida y, muy amiga de sus amigos. Su hermana era su confidente número uno, pero también sabía cómo salirse con la suya si la situación así lo requería. En el último mes estaba teniendo un comportamiento extraño, se le había metido entre ceja y ceja ser modelo, y no atendía a razones ni por parte de su hermana y mucho menos por la del resto de su familia. Su físico hablaba por sí sólo, pero todavía le quedaba mucho por rodar, de hecho, el curso no había sido brillante y si ese era el enfoque que quería tomar de su vida necesitaba dinero para poder llevarlo a cabo. Podía ser que las piezas del puzle comenzaran a encajar en la cabeza de Teresa, pero aún quedaba tiempo para poder confirmarlo.

 

Cuando vieron que la luz de la habitación se encendía, salieron de su escondite y se dirigieron hasta la puerta de la casa de ella.

 

—No te preocupes Teresa, estoy convencido de que Sonia sabe lo que hace.

 

—¿Pero Dylan? Acabas de ver lo mismo que yo, y si te cuento que no sabía nada de esto, ¿me crees? —preguntó nerviosa.

 

—Claro que te creo, tu cara ha hablado por ti. Tus ojos te delatan —en ese momento aprovechó Dylan para pasarle el dedo pulgar por su mejilla — pero también conozco a Sonia, y creo saber que no está haciendo nada que no quiera hacer. Cierto que se ha buscado un rollete con un coche deportivo cantoso, pero… ¡qué me lo deje probar!, ¿no? Ahora que somos… ¿cuñados? —la palabra le había salido de su boca con miedo a la reacción de su chica. Tras aquellos besos, el paseo cogidos de las manos y secreto cómplice de su hermana se suponía que habían empezado una relación.

 

—¿Somos… novios? —Teresa abrió sus ojos tanto como pudo, acompañando una cara de asombro, pero de felicidad plena.

 

—Creo que sí, ¿no? Jajaja —una risa espontánea emanó de su boca.

 

—Sí —fue capaz de decir ella, antes de que él se aproximara suavemente para besarle de nuevo.

 

—¡Buenas noches! Descansa, y no seas muy dura con  tu hermana, ya verás como en poquitos días te suelta algo —sentenció Dylan alejándose de la puerta.

 

—¡Buenas noches! Hasta mañana.

 

 

 

 

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