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—No le digas nada, en serio, necesito estar seguro de cómo y cuando decírselo. Y es más, acabo de llegar, me queda mucho verano por delante para saber como puedo llegar a ella, no voy a permitirme  que me pase lo del verano pasado.

 

—Toda la razón, amigo! De acuerdo que tienes todo el verano, pero … no lo dejes escapar … Y Teresa … está de muy buen ver, ya lo sabes; luego no me vengas quejándote si vuelve con Julián.

 

—No va a volver, ya la has oído  —intentó sentenciar Dylan.

 

—¡Eso ya se verá!. Nunca te fíes de una chica, que al final siempre viene otro y te la quita o te la monta por ella, menos mal que yo he sabido escoger a mi Marta, la verdad es que estamos hechos el uno para el otro.

 

—¿Pero que estoy oyendo aquí? Toc, toc, ¿Pedro? Colega!  ¿Estás pringado de tu “Martita” hasta las trancas? … O es que he oído otra conversación diferente … —Dylan se había quedado asombrado ante la declaración sincera de su amigo, sin preguntar, eso era señal de que algo en él había cambiado durante todo este año. Desde la muerte de sus padres cuando empezaba su pronta adolescencia, siempre había estado dando tumbos de un lado para otro, pero no quería encontrar nada en la vida. El golpe había sido por aquel entonces muy duro, y él nunca lo superaría, pero, ahora parecía ser que tenía el apoyo necesario para empezar a salir de su oscuro agujero.

 

—¡ Qué dices,  a este forastero catalán ya se le está yendo la cabeza con las cosas de la gran ciudad! — golpea con un puño de amigos en el brazo de éste entrando ya en el “Macaes” ,y,  a sabiendas  de que  Dylan estaba en lo cierto, no iba a darle la razón, no podía desnudarse así ante él. Marta estaba por fin, a su manera, poniendo un poquito de luz en su vida. — ¿Te invito a una cerveza? ¿Va? — sentencia Pedro, para dejar pasar el tema.

 

—Vamos colega, vayamos a la barra; las chicas nos esperan.

 

Las chicas y el resto del grupo se encontraban en una mesa planeando lo que iba a ser del verano. Por fin estaban todos juntos, un año más y aunque al principio resultarán ser tres largos meses por delante, al final siempre se quedaba corto. Sin ir más lejos, Dylan llevaba desde el pasado Septiembre pensando en cómo se acercaría a Teresa, que le diría cuando se vieran de nuevo, si se acordaría de él y si volverían a reírse juntos en los anocheceres o compartirían algún que otro amanecer; aunque todos estos planes fueran con el resto del grupo. Este verano, tenía el reto de salir de dudas, de saber realmente lo que sentía por él, si es que ese sentimiento era compartido, pero lo debía hacer él, y, a su manera.

 

—¡Si, por fin!, Al fin suena algo de buena de música en este local  —Sergio, acababa de sacar de sus pensamientos a su amigo Dylan,  pero la ocasión merecía la pena, Nothing else matters de Metallica hacía aparición en aquel local. Con la mirada fija en Mónica, empezó a tararear la canción. Aquella pelirroja lo traía por el camino de la amargura, era mirarla a los ojos y entenderse con ella, su sonrisa, su pelo, sus gestos; era parte de un su todo, de su vida todavía sin serlo. Quizás ese verano, se decidiera, por fin a expresarle todo lo que sentía.

 

—¡Brindemos por este momentazo compañeros! El verano acaba de empezar, si señor … — se unieron como voces cantantes Pedro y Dylan.

 

Los tres, cada cual mirando para su chica, imaginándose mil y una situaciones en las cuales poder recordar la banda sonora que tenían de fondo. Sentimientos a flor de piel, deseando ser liberados. El resto del grupo continuaba sumiso en las planificaciones que  podrían tener para aquellos meses juntos, ignorando lo que pasaba por la mente y salía por la boca de los tres tenores.

Una vez acabada la interpretación de los cantantes esporádicos, Dylan , Pedro y Sergio, se unen al resto y  empiezan  a ponerse al día de lo que había sucedido el último año en Casillas de Coria, y también en Barcelona. Un año con algunas novedades, cada uno había quitado el curso de la mejor manera que ha podido, con experiencias vividas en varios terrenos, tanto escolar como personal; y lo que estaba por venir. Pedro había vuelto a sonreír, estaba más calmado y, más enamorado de lo que creía pensar. Sergio por fin había ido al concierto que tanto tiempo llevaba esperando, Metallica había estado en Madrid el pasado Abril y pudo presenciarlo. Marcos había ganado el concurso organizado por la Comunidad al mejor escritor novel menor de veinte años, se publicaría su primer libro al finalizar el verano. Marta se había dedicado en pleno buscar la felicidad de Pedro, lo quería demasiado, como para no aceptar el reto que la vida le había puesto, y consecuencia de ello no había sido un buen año en el resto de los campos, pero siendo realista no le importaba, tenía el verano para poder quitar las asignaturas que le quedaban pendientes. Mónica, tras un año duro de mucho esfuerzo, anuncia a sus amigos que para Septiembre, debe mudarse a Madrid, asumirá así la vida en una gran ciudad llena de oportunidades, disfrutando de su pasión por la fotografía. Teresa había cumplido uno de sus sueños, tener de nuevo a Dylan delante, pero eso todavía no lo había expuesto. Se excusara  anunciando que al fin tenía conocimientos de inglés, como para mantener una conversación sin mirar el traductor, le ayudaría mucho para su orientación laboral en un futuro. Dylan, tenía el carnet de conducir recién estrenado y un coche heredado de su tío en el pueblo. Mucho daría que hablar aquel Seat Ibiza rojo aquel verano. Otra ronda de bebidas para todos se habían consumido tras la exposiciones de cada uno, brindis a su paso por los logros obtenidos y otros tantos por los venideros.

 

La verdad es,  que aunque Dylan es feliz en las vacaciones en su pueblo, le gustaría que algún día pudiesen coincidir todos en la ciudad que lo acoge el resto del año. Sueños, que quizás se cumplan aunque la primera persona en emigrar de su grupo, se vaya para Madrid  el próximo Septiembre.

 

De pronto, una voz conocida se oye en el exterior del local. Recuerdos llegan a la mente de todos y, los chicos se levantan todos a un tiempo, para comprobar que está ocurriendo realmente aunque alguno que otro ya se lo imagina. En el camino hacia la puerta de salida, Teresa, instintivamente coge la mano de Dylan.

 

Teresa para  a Dylan con miedo, conocía aquella voz y no quería dejar a Dylan sólo en esto, era consciente de que le acabaría arrastrando, y quizás la noche hubiese acabado para ellos. Su primera noche tras todo un año de espera. Ambos se entienden con las miradas. Juntan sus manos y salen  al encuentro con el resto del grupo, mientras se van aproximando a la salida las palabras cada vez se perciben con mayor claridad:

 

—¡Déjame te he dicho!  La culpa ha sido toda de él, estoy convencido de que ha sido el cabecilla de la idea del grupo, es lo que tiene ser de una gran ciudad, que estas ideas se le ocurren a menudo. Ha llegado hoy de Barcelona y entiendo que por la hora que es, está aquí, dentro del Macaes, con el resto, déjame entrar … —seguía vociferando aquella persona , mientras su acompañante intentaba pararlo.

 

—Pero, ¿quieres tranquilizarte? Aquí nadie ha venido a quitarte el puesto ni tampoco a suplantar a nadie, lo del año pasado fue solo una anécdota para olvidar; recuerda lo que dice el abuelo, todos somos….— y ya no pudo acabar la frase, la gran puerta del Macaes se abría en ese momento y salía el grupo al completo como si de un único individuo se tratase. Un paso atrás los seguían Teresa y Dylan que se habían demorado con su encuentro.

 

En ese momento el joven Alonso se encuentra con la mirada del forastero catalán. Por la cabeza de ambos pasan las imágenes como en una tira de película de cómo había acabado el verano anterior. No hizo falta ninguna palabra más, ya se habían entendido y sabían cómo iba a finalizar aquel primer encuentro del verano que acababa de empezar. El pasado treinta y uno de Agosto, siendo la festividad de San Ramón, últimas fiestas del pueblo, a las siete de la tarde saldría la vaquilla. Semanas antes, en la reunión previa a la organización así se había acordado y, a principios del mes de Agosto, se había empapelado Casillas de Coria anunciando el cierre de esta manera como años anteriores. Ritual que cada año le tocaba a una familia organizadora. Como última hazaña para acabar los días juntos, todos los chicos se habían juntado para modificar la información de los carteles y poner la salida de la corrida a las cinco de la tarde, dos horas  antes del encuentro, ellos mismos se habían encargado de modificar los carteles esa misma mañana. Una llamada anónima con la información equivocada le llegaba al móvil de Alonso, para citarlo media hora antes del encuentro en la plaza. La razón principal de todo este cambio, simplemente era devolverle a Alonso lo que él le había hecho a principios de verano. Organizar la entrada de la estación con la fogata de San Juan y ellos no estaban invitados. Estuvieron todo el verano planeando la venganza, y aquella había sido su mejor baza.

Alonso, ese verano era el encargado de dar la salida al acontecimiento de fin de fiesta y poder cerrar así  los festejos junto con su abuelo y el resto de la familia. Raro le parecía que  ese año se hubiese adelantado, si en un principio se había acordado a las siete de la tarde, pero no reparó en ninguna broma o una venganza por parte de nadie. ¿Quién podía desearle un ridículo tan grande delante de su familia y el resto del pueblo?.

Llegada la hora, todos se dispondrían a participar en la corrida excepto Alonso. Los chicos se la habían colado y la fiesta para ellos acababa de empezar.

Siendo las cuatro y media  de la tarde, con el sol en el horizonte a pleno rendimiento, sombreros en las cabezas y botellas de agua en manos, estaban escondidos en la plaza de San Ramón preparados para presenciar el inicio del  ridículo de Alonso y su familia. El susodicho, no veía a nadie y se estaba poniendo nervioso, media hora antes de la salida de la vaquilla, la plaza solía estar ya expectante para el evento, pero a esa hora ningún individuo hacía acto de presencia, el sol estaba cayendo a plomo y el calor lo derretía por momentos. Una hora más tarde, tras dar vueltas, buscar alternativas, mirar el móvil durante todo ese tiempo y hacer unas cuantas llamadas; ninguna de ellas respondidas decidió encaminarse hacia la piscina pensando que seguramente había ocurrido algún incidente de última hora y la vaquilla no podría salir.  “El primer año en toda la historia del pueblo que no se cierra la fiesta con la salida de la vaquilla” , pensaba  mientras se dirigía con una botella de agua en una mano y el móvil en la otra a cambiarse  a su casa.

Los chicos aguantaron  las risas  heroicamente en su escondite durante todo ese tiempo, y, únicamente salieron de él cuando vieron que Alonso se había alejado definitivamente; ellos deberían ir a sus casas y prepararse para vivir el último día de las fiestas de San Ramón, con la venganza servida y las carcajadas, ya liberadas en sus rostros. Alonso iba a recibir de su propia medicina.

Las chicas, no se habían enterado de esta hazaña, hasta  que se encontraron con ellas en la plaza veinte minutos antes de las siete de la tarde.  Ellos le contaban gesticulando la de veces que Alonso había mirado el teléfono, como cuando movía la cabeza pidiendo explicaciones a algún lugar. Los amigos se sentían heroicos por servir la venganza de aquella manera, el ridículo había sido mayor, puesto que a la hora de la salida de la vaquilla no estaba la familia organizadora para dar por finalizadas las fiestas e improvisaron un discurso de agradecimiento mientras Alonso, seguía en la piscina con sus auriculares en las orejas, disfrutando de la música y el sol de la última tarde de Agosto. Horas después se enteraría de la verdad.

 

—¡Aquí lo está!, Y ha venido escoltado por todos sus discípulos, sé que no me estoy equivocando, lo sé – sentencia Alonso mirando con cara de pocos amigos al forastero catalán. Llevaba un año esperando este momento.

 

—¿Pero qué es este escándalo? Menuda manera de recibir el verano … y nosotros que estábamos dentro haciéndolo con un clásico. ¿Qué ha pasado? —ironiza en sus palabras Sergio, pensando en la cerveza que se había dejado a medias en la mesa.

 

— Tranquilo Sergio, vamos a dejar que se explique — intenta calmar la situación Marta, la pelirroja del grupo.

 

— ¿Pero, a que estáis jugando conmigo? ¿No os ha llegado el fin del verano pasado, que queréis empezar éste con vuestros jueguecitos? — Protesta Alonso, acercándose cada vez más al grupo haciendo crecer su enfado — Sí, tú, ¡especialmente tú! — señalando a Dylan en esta ocasión.

 

— Alonso, tranquilo. Que sepamos nosotros lo único que hemos hecho ha sido devolverte lo que te correspondía, un  “no aviso” para el cierre de las Fiestas de San Ramón. Te lo debíamos, por  tu bienvenida en la fiesta de San Juan, ¿No crees?. Es simplemente eso, y no te lo pude comentar antes porque al día siguiente de la fiesta me he tenido que volver para Barcelona, ¿Lo entiendes, no? — Vacila Dylan a Alonso, tras la retahíla que le acaba de contar.

 

— ¿Pero de qué vas? — Alonso se acerca ciegamente a Dylan para acabar con esta angustia que le llevaba persiguiendo este último año. Puño cerrado. Ojos abiertos.

 

Simultáneamente Dylan suelta la mano de Teresa y Pedro da un paso hacia delante para hacerle frente a lo que se le avecina a su amigo. Sin darle más tiempo de reacción, Dylan siente un fuerte golpe en el estómago con toda la rabia contenida de un año. Alonso se estaba vengando del ridículo que había pasado en las fiestas pasadas. El resto de los presentes se meten de lleno en la pela para defenderse mutuamente. Empiezan a verse manos alzadas, patadas, golpes acompañados de gritos. Entre los chicos se estaba desatando una pelea importante, y cada uno demostraba su hombría de la manera que mejor sabía, mientras las chicas los miraban sin poder hacer nada al respecto, ni siquiera intentar separarlos puesto que por seguro saldrían desavenidas.

Diez minutos más tarde, cuando la pelea todavía continuaba, y ahora ya con vocabulario elevado de tono, se oye, a lo lejos, el ruido del coche de un motor acercándose.

 

— ¡Es Julián y su primo! — Teresa reconoce el rugir de aquel motor y  la matrícula. En los últimos días todavía se había subido en él.

 

— Ahora si que es posible que pare la pelea, o que se complique más. — Hace hincapié Marta, que estaba sufriendo por lo que estaba viendo y eso que ella estaba acostumbrada a que su Pedro se metiese siempre donde no le llamaban, sobretodo después de unas cervezas. Pero ella casi nunca lo presenciaba, en cambio, hoy, lo estaba viviendo en directo.

 

—¡Hola chicas! ¿Qué ha ocurrido aquí? —  pregunta Julián nada más apearse del coche. Su cara y las circunstancias ya se  habían enlazado en su cabeza de lo que pudo haber ocurrido en su ausencia, pero como siempre quería hacerse el interesante y huir de lo que allí estaba pasando, eso sí, quedando de héroe con las chicas.  No le quedaba más alternativa que salir del coche y preguntar, si realmente quería quedar como un galán.

 

—¿No me digas que no lo sabes, Julián?, está más que claro, ¿Qué pasa, que en Ceclavin no tenías nada interesante?  ¿O se te ha ido la memoria en este tiempo? — replica Mónica con su humor peculiar.

 

— Mira la ella, que simpática…¿Alonso se ha enterado ya, no? ¿O es que estaba esperando este día para devolver la jugada? — bromea Julián. La verdad, es que él no había estado presente en el fin de fiestas del año pasado, pero si conocía las intenciones del resto del grupo.

Mientras tanto, su primo seguía en el coche escuchando la música que sonaba en ese momento,  se la había traído en un pendrive para esa noche, tenía la intención de triunfar en Ceclavin pero aquella noche estaba todo muy desierto. Se tomaron una cerveza y dieron vuelta. Por esa razón, decidieron volverse para Casillas.

 

—¡Primo! ¿Nos vamos ya, o qué?. Las chicas tienen ya a quien las defiendan, ¿tu que piensas? Solo tienes que mirar a tus espaldas … jajaja — vociferó su primo a Julián, subiendo la música del coche, y llamando así la atención de los inmersos en la pelea.

 

Los chicos se separaron, tras unos minutos intensos de puñetazos, patadas, golpes y manotazos mal parados. Los más perjudicados habían sido Alonso y Dylan, puesto que por ocasiones ellos estaban dominando el encuentro. Tras intentar separarlos en unas cuantas ocasiones, los allí asistentes involuntariamente sin poder hacer nada.

 

— Creo que podemos dar por inaugurado el verano. —  Se carcajea Alonso, apenas sin aliento y recomponiéndose a cámara lenta de todos los músculos de su cuerpo.

 

— Mira la que has liado listillo, por hoy lo dejáramos aquí, porque tenemos público, pero recuerda: El verano acaba de empezar, más te vale que tengas cuatro ojos en lugar de solo dos — amenaza Pedro señalando con el dedo índice, haciendo hincapié en cada una de las palabras.

 

— Si, si , dejémoslo ya! —  Dylan, se encontraba sin aliento, sin ganas de continuar. En un par de ocasiones había mirado hacia los ojos de Teresa, y no le había gustado nada lo que veía. No lo iba a tener fácil, tampoco este verano.

 

— Estaré preparado para vuestras amenazas, cobardes! — Alonso se apoya en su compañero y se van caminado calle abajo.

 

Sergio estuvo a punto de enzarzarse de nuevo cara él, le había llamado cobarde, ese indecente le llamó cobarde a él y a sus colegas. Las miradas de las chicas, son de decepción una vez más. Había situaciones que por más que estuvieran separados, la distancia durante todo el año, o incluso las diferencias de opiniones y situaciones siempre se iban a repetir. La hombría, en estos casos, era superior al resto de los condicionantes.

Tenían claro que  la noche había acabado. Ya no había alternativas posibles, ellos estaban doloridos y machucados, y algunos sangrando por la nariz; y ellas con de irse para casa.

Julián, se dirigía hacia el coche, para poder llevar a  su primo a casa antes de que algún vecino se despertara por el escándalo montado a consecuencia del aburrimiento de éste; cuando no tenía nada mejor que hacer para llamar la atención, solía provocar a los presentes y acabar mal el encuentro. Ya habían presenciado el final de una pelea, y no era oportuno el empezar otra. Teresa y Mónica, se adelantaron al resto de los chicos y, al unísono, abrieron la puerta trasera de aquel Peugeot 205 blanco.

Se iban a casa con Julián.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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