NUEVA WEB 2015
CapÃtulo 9
La comunicación.
Sam, el sacerdote y el fraile ya estaban a punto de llegar a la posada. El camino era algo escarpado y a los dos hombres les costaba más caminar, pero querÃan llegar cuanto antes al lugar.
—¿Ya habÃas estado aquà antes? — preguntó el sacerdote a Sam.
—Pues no, padre, oà hablar de este sitio a raÃz de los últimos acontecimientos pero ésta es la primera vez que vengo — respondió Sam.
—¿Y qué notas aquÃ, percibes algo especial?
—Pues un frÃo intenso, padre, y como pequeños escalofrÃos por mi piel, pero nada más.
Escondidos entre los árboles se encontraban Colt y Nelson, en la lejanÃa, vigilando quién iba a proteger la posada.
—El sacerdote de la ermita, un fraile y el chico nuevo — dijo Colt a Nelson mientras observaba por los prismáticos.
—Vaya, ¿qué tendrá el chico nuevo para estar protegiendo la posada? — murmuró Nelson.
—¿Que energÃa tiene el tipo ese? — preguntó Colt a
Nelson.
—Pues no lo sé, pero su padre era blanco — respondió Nelson.
—¿Su padre? ¿Quién es su padre? — preguntó Colt.
—¡Tom Maison! Es el sobrino de Nel — dijo Nelson.
—¡¡No me jodas!! Entonces cabe la posibilidad de que sea blanco él también. Joder, esto se complica, hay que tramar una estrategia para dejarlos fuera de combate — dispuso Colt.
—¡También está Sally! — dijo Nelson, que estaba mirando por los prismáticos.
—¡¿Qué dices?! — exclamó Colt arrebatando los prismáticos a Nelson para ver si era verdad.
—Pero Sally no es blanca, ¿qué puede hacer ella para proteger la posada? — dijo Nelson.
—¡No sé! Pero tenemos que hablar con Raúl, él nos puede ayudar a prevenirnos. Avisa a los chicos, mañana iremos los cuatro a ver a Raúl — ordenó Colt mientras se levantaban de donde estaban escondidos y se marchaban.
—¡Sally, ya llegaste! — dijo Sam dándole la mano a la chica al entrar en la posada. Ésta era una casa aparentemente pequeña vista desde fuera, de una sola planta. Era de madera igual que el resto del pueblo y brillaba de un modo especial. Los chicos entraron tras el sacerdote y el fraile y se quedaron perplejos al ver el interior de la posada, sin apenas mobiliario, y el que habÃa estaba tan viejo y carcomido que serÃa incapaz de sujetar ni un pequeño cristal. Y todo parecÃa más grande que desde fuera.
—Bueno, pequeños, venid aquà — les pidió el sacerdote mientras se situaba en el centro de un enorme salón que habÃa en la posada, delante de una chimenea increÃblemente grande que parecÃa ser el centro de todo.
Los chicos se acercaron dónde estaba el sacerdote y el fraile se puso de rodillas, sujetando por la parte de abajo el enorme bastón que llevaba el sacerdote.
—Pequeña, tú sujeta el bastón por el medio con una mano y tu otra mano apóyala sobre el hombro de tu amigo — dijo el sacerdote.
—SÃ, padre — respondió Sally ejecutando la orden.
—Y tú, hijo, coloca las manos en lo alto del bastón junto a las mÃas — le dijo el sacerdote a Sam.
Cuando Sam colocó sus manos junto a las del sacerdote en el bastón, este empezó a brillar, emitiendo un destello amarillo intenso.
—Ahora no os asustéis, pues veréis a las almas dirigirse a la chimenea — avisó el sacerdote.
Los chicos se quedaron con la boca abierta al empezar a ver aparecer como pequeñas nebulosas con rostros humanos pasar a su lado volando y dirigiéndose a la chimenea, cuando llegaban a ella, ésta desprendÃa una luz blanca cegadora por breves instantes justo al paso de las almas.
—Todo parece normal, las almas hacen su travesÃa sin complicaciones, no diviso ningún alma oscura por el momento — informó el sacerdote.
—¿Y cómo sabremos si se acerca el peligro? — preguntó Sam.
—Como veis, poco a poco el salón va brillando, esos destellos indican que la casa se está protegiendo con nuestra energÃa — explicó el sacerdote mientras las almas seguÃan pasando cada cierto tiempo.
—¿No hay peligro entonces? — preguntó Sam.
—Por el momento no, si la chimenea se iluminase con una luz roja brillante, serÃa indicio de que alguna fuente de energÃa está cerrando el paso a las almas al otro mundo, y se abrirÃa la puerta de regreso, por lo que almas malditas podrÃan entrar a este mundo, pero todo parece normal — dijo el anciano con voz cada vez más agotada.
—¿Le ocurre algo, padre? — preguntó Sally.
—Me estoy agotando, hijos, soltad todos el bastón, por favor — les pidió casi exhausto.
Los chicos soltaron el bastón, en ese instante dejaron de ver almas pasar y ya no pudieron presenciar los destellos de la chimenea ni el brillo de la casa.
—¿Se encuentra bien, padre? — preguntó el fraile.
—Tranquilo, hermano, me voy recuperando.
—¿Esto qué le pasa es normal, padre? — preguntó
Sam.
—SÃ, hijo, aunque con la edad resisto menos tiempo estos rituales de protección.
—Disculpe la pregunta, padre, pero, si a usted le ocurriese algo, ¿cómo podrÃamos proteger la posada? — quiso saber Sally con voz preocupada.
—Buena pregunta, hija, la verdad es que el bastón es el que canaliza la energÃa protectora, mis hermanos frailes saben todo lo que hay que saber para realizar el ritual, pero es mi energÃa curativa la que lo activa por completo y ellos no la poseen. Por tanto, cuando yo no esté, tendréis que rezar para que sea suficiente vuestra energÃa mental para activar el bastón de protección sin mi presencia — explicó el sacerdote con su voz cansada.
—Voy a asomarme a la puerta, padre, para ver si ya está la luna llena en todo su esplendor — dijo el fraile.
—Ve, hermano, asà sabremos si el peligro ya ha pasado — respondió el sacerdote.
El fraile salió fuera de la posada y miró hacia el cielo, donde se veÃa una luna llena enorme, sonrió y volvió a entrar.
—La luna brilla con fuerza, padre — informó el fraile.
—Bien, hijos, ya no hay peligro, nada ha atacado la posada, podemos marcharnos ya — dispuso el sacerdote.
Todos salieron y encendieron unos candiles que habÃa escondidos en un lado de la posada, porque la oscuridad era tal que no se veÃa ya apenas el camino, sólo iluminado por la luna llena. Emprendieron camino de vuelta al valle hasta llegar a un cruce en el camino donde se tenÃan que separar, pues un sendero conducÃa hacia el valle y el otro hacia la ermita. Se despidieron muy amablemente todos, y el sacerdote y el fraile llegaron a la ermita donde estaban el resto de los chicos esperando. Al parecer, tampoco habÃa sucedido nada extraño en la ermita, por lo que los chicos también se despidieron y regresaron a sus casas. Sam acompañó a Sally a la suya y se detuvieron en la entrada de la casa.
—Menuda experiencia, ¿eh? — dijo Sam sonriendo.
—Pues sÃ, ha sido algo alucinante. Has sido muy valiente, Sam, pero lo que no dejo de preguntarme es si el dÃa que el sacerdote no esté entre nosotros, ¿serás tú el que pueda manejar el bastón?
—No creo, Sally, él habló de energÃas de curación, yo no creo que posea ese don — respondió Sam.
—Pero a ti te eligió para esta misión.
—También te eligió a ti, y tampoco creo que tengas ese don... ¿O s�
—Pues no, no creo. Pero, si no eres tú, ¿quién entonces? ¿El fraile? — preguntó Sally.
—El fraile, el pobre, estaba allà de rodillas, sin abrir la boca, sólo se le escuchaba rezar en murmullos, ¿te parece a ti que pueda ser él?
—Bueno, dejémoslo en manos del destino, seguro que el sacerdote aún dura muchos años a pesar de su edad, creo que es un señor muy fuerte a pesar de que se le vea tan cansado, o al menos eso me gustarÃa creer — dijo ella con preocupación.
Sam se acercó a Sally, la miró con dulzura y, sin mediar otra palabra, la besó.
—Lo siento, no he podido resistirlo más — susurró Sam a Sally mientras la besaba — el simple hecho de estar a tu lado me hace sentir una enormes ganas de abrazarte y de besarte. Ésta es una sensación tan desconocida para mÃ... Me haces sentir tantas cosas que no sé ni cómo describirlas.
A Sally se le escaparon unas tÃmidas lágrimas, en parte por lo dulce que estaba siendo Sam con ella y en parte por no saber cómo romper con él para que pudiera despertar todo el poder de su energÃa, por lo que simplemente sonrió dulcemente, esperando otra ocasión menos romántica y dolorosa para ambos.
—Soy muy feliz, Sam, si algún dÃa esto acabase, quiero que sepas que jamás olvidaré todo lo que me haces sentir — susurró Sally a Sam con los ojos brillantes por las lágrimas que no querÃa dejar escapar.
—Puedo asegurarte que no te librarás de mà tan fácilmente, el destino me ha entregado algo maravilloso que no tengo intención escapar — tomó la cara de Sally entre sus manos y notó una lágrima perdida, se la retiró con un beso y luego la volvió a besar en los labios — No llores, mi niña, siempre estaré contigo, te lo prometo.
La miró perdiéndose en sus ojos y ambos sonrieron por la felicidad que les invadÃa, pero justo en ese momento la puerta de la casa de Sally se abrió y los dos se separaron automáticamente intentando recomponerse.
—¡Hola, Sam! Te esperábamos para cenar, Sally — dijo Peter asomándose por la puerta sin avisar.
—¡Hola, Peter! Yo… ya me iba. Mañana nos vemos, ¡qué os aproveche la cena! — dijo Sam aún algo asustado porque habÃa creÃdo que el que abrÃa la puerta podrÃa ser el padre de Sally. Soltó las manos de ésta y se alejó camino abajo hacia su casa.
—¿Sally, estás bien? Lo… lo siento, pero os sigo viendo s… separados en mis visiones y m… me gusta mucho Sam — dijo Peter a Sally mientras esta volvÃa a derramar unas pequeñas lágrimas incapaces de estarse quietas.
—Lo sé, Peter, pero no puedo dejarlo — sollozó Sally abrazando a Peter y soltando aún más lágrimas de tristeza.
—No llores, Sally, to… todo se arreglará, él te quiere m… mucho, tenemos que entrar, no llores —dijo Peter tratando de consolar a Sally y llevándosela adentro para cenar.
Mientras, Sam llegó a su casa también. Su madre le habÃa dejado un trozo de pastel de carne en la repisa de la cocina y una nota que decÃa: «Sam, me he acostado ya, que estoy muy cansada, te he dejado pastel preparado. Un beso, cielo». Sam se comió el pastel de carne, subió a su habitación y en seguida se durmió.
A la mañana siguiente volvió a despertarle el gallo como de costumbre, Sam abrió los ojos y miró al techo.
—¡Papá! Tenemos que hablar de ese maldito gallo cuando regreses — murmuró aún tumbado en la cama. Escuchó unos golpecitos en la puerta y vio la cara de su madre asomando.
—¡Hola, hijo! ¿Viste mi nota? Lamento no haberte esperado anoche, pero me acosté temprano, estaba muy cansada — dijo la madre de Sam entrando a su cuarto.
—No te preocupes, mamá, ya me levanto, que no creo que tarde Jim — replicó Sam, justo en el instante en que sonó el timbre de la puerta.
—Voy a abrir, hijo, no tardes, ¡vamos!
—Ese es Jim, no tengo la menor duda — susurró Sam mientras se levantaba y miraba su armario para decidir qué ponerse.
—Buenos dÃas, Jim, ¡pasa! —dijo la madre de Sam abriendo la puerta.
—Buenos dÃas, Sra. Maison, ¿se despertó ya Sam?
—SÃ, hace un momento, no creo que tarde.
Sam bajó en seguida, después de darse una ducha y cambiarse, saludó a Jim, desayunó y los dos chicos se marcharon a la escuela. Por el camino iban comentado la experiencia vivida la noche anterior.
—¿Qué tal fue anoche en la posada? — preguntó Jim.
—Fue algo increÃble, vimos almas pasar por delante de nosotros, volaban a nuestro alrededor y luego entraban por la chimenea de la posada camino del otro mundo — explicó Sam.
—¿En serio? ¿Y algún alma negra? ¿Pasó algo malo?
—Pues no, nada malo, lo único es que vimos al sacerdote muy débil, no sé yo si aguantará muchas batallas de estas.
—SÃ, el padre Collins está muy mayor ya, aunque por suerte estas cosas no suelen pasar a menudo — dijo Jim.
—Pero ¿y si sucede en pocos años y el sacerdote ya no está entre nosotros?
—Pues en ese caso, ya estarán aquà nuestros padres y sabrán qué hacer, volverán de su travesÃa con enormes dotes mentales y sabrán a quién recurrir o cómo actuar. No debemos preocuparnos de eso, lo que temÃamos no pasó y seguro que tardará en pasar, ya lo verás — respondió Jim intentando convencerse más a sà mismo que a Sam que lo miraba algo escéptico.
Los dos chicos llegaron a la escuela y bajaron las escaleras que conducÃan al gran salón, donde se reunieron con los demás alumnos.
Mientras tanto, en una aldea no muy lejana se encontraban Colt, Nelson y los hermanos Brown, reunidos en una casa con Raúl.
—Me desesperáis, ¿cómo es posible que seáis tan torpes? — dijo Raúl enfadado.
—Fue un error de mi hermano, pero ya ha pasado, trataron de proteger anoche la posada, pero supongo que vieron que no pasó nada, por lo que intuirán que es una falsa alarma y podremos actuar en la siguiente luna — aclaró Colt.
—¿Quiénes protegieron la posada? — preguntó Raúl.
—Pues estaban el sacerdote de la ermita, un fraile, el chico nuevo, que por lo que me han dicho es hijo de Tom Maison, y Sally — dijo Colt.
—Vamos a ver, el sacerdote tiene el bastón de protección y un don curativo, el fraile supongo que canalizará la energÃa del bastón desde su raÃz con plegarias; el chico ese nuevo, una de dos, o tiene energÃa blanca como su padre o es roja, porque Sally era tu chica antes, ¿no?, y esa es verde.
—SÃ, verde, pero no sé qué pintaba allà — respondió Colt aún desconcertado.
—Bueno, si es verde y el chico ese nuevo es rojo pueden fusionar sus energÃas para formar un halo protector, pero vayamos al grano: lo que tenéis que hacer para la próxima vez, es dejar fuera de combate a los máximos protectores posibles, pensemos en cómo hacerlo sin que llame demasiado la atención.
—¡Oh!, para el sacerdote y el fraile tengo una posible solución — intervino Nelson.
—¿Cuál? Habla — le ordenó Raúl.
—Cada martes he visto cómo Curtis, el frutero, les deja una cesta de manzanas en la puerta de la ermita a primera hora de la mañana, podrÃamos envenenarlas — propuso Nelson.
—No, idiota, no podemos matarlos fÃsicamente, eso se tornarÃa contra nosotros y sus almas permanecerÃan en este mundo. Tenemos que dejarlos fuera de combate por un tiempo. ¡Ya lo tengo! ¡Cerumen! — dijo Raúl.
—¿Cerumen? ¿Eso qué es? — preguntó Tim.
—Es un antÃdoto lÃquido que tenemos, se emplea frecuentemente para vomitar en caso de virus estomacal, pero su contraindicación es que produce terribles dolores de estómago entre cuatro y seis dÃas, y lo bueno es que la energÃa curativa no puede combatirlo. ¿En qué dÃa de la semana cae la siguiente luna?
—Mmm, ¡jueves! — respondió Cody.
—Perfecto, pues el martes antes de la luna llena le inyectaréis esta pócima a esas manzanas, y sin errores esta vez — decidió Raúl, entregando a Nelson unas ampollas que tenÃa en un cajón del armario que habÃa en la sala en la que se encontraban.
—Y con Sally y el chico nuevo, ¿qué hacemos? — preguntó Nelson.
—Dejando fuera de combate al sacerdote y a los frailes, los demás no importan, sólo podrán crear barreras protectoras que los demonios atravesarán sin problemas, sólo una energÃa blanca con toda su capacidad conseguirÃa pararlos, pero aun asà no creo que fuese suficiente sin un espÃritu sanador — dijo Raúl.
—Y con el payaso este, ¿qué hacemos? Desde el dÃa que arrancó la raÃz no ha vuelto a la escuela — comentó Colt refiriéndose a Nelson.
—Tienes que volver a la escuela, necesitamos información de dentro — decidió Raúl.
—Pero sospecharán de él, desapareció la raÃz el dÃa que él no fue — recordó Colt.
—Veamos — Raúl se dirigió directamente al hermano de Colt — vas a volver y te vas a disculpar, vas a decir que fuiste tú, pero que sólo querÃas gastar una broma, crear confusión por algún rencor hacia alguien, no sé, algo asÃ. Según las normas de conducta, se te perdona un acto indisciplinario una sola vez y ésta serÃa la primera para ti, asà todo volverá a la normalidad y dejarán de pensar que puede ocurrir algo malo.
—Brillante, me gusta la idea — dijo Colt sonriendo.
—Claro, como no eres tú el que se tiene que disculpar — repuso su hermano.
—¡Calla! ¡Te lo mereces por cagarla! — exclamó Colt dándole un golpe en la cabeza a Nelson.
Mientras, en el valle finalizaron las clases y los chicos salieron de la escuela.
—Se acabaron las clases por esta semana, por fin — dijo Jim.
—SÃ, ya estaba empezando a cansarme de tantas clases de energÃa contra fuerzas oscuras — comentó Sam.
—Pues demos gracias a que no sucedió nada, porque con nuestras energÃas no sé si hubiésemos podido hacer mucha cosa — dijo Sally.
—Pero lo más raro es que anoche no fuera ningún profesor a la posada ¿no? — comentó Sam.
—No fueron, pero sà que estuvieron en el cementerio, allà juntaron sus energÃas y evitaron que ninguna fuerza negativa saliera del camposanto — informó Dana.
—¿Y tú cómo sabes eso? — preguntó Sally.
—Porque escuché a Brenda en el pasillo, hablaba con el director sobre el tema de anoche — explicó Dana.
—Bueno, no pensemos más en eso, chicos, llegó por fin el fin de semana, ¿qué hacemos? — quiso saber Jim.
—¿Vamos al club de Evoli? Necesitamos divertirnos un poco, ¿no? — propuso Jon.
—Yo me apunto, quiero desconectar un poco de todo esto, ¿vamos? — dijo Sam.
—Pues sÃ, vamos, ¿a qué hora quedamos? — preguntó Jim.
—Todos a las once allÃ, ¿os parece? — terminó Jon.
A todos les pareció una gran idea salir una noche de fiesta y olvidarse un poco de la semana frenética que habÃan pasado, y de todo lo que tenÃa que ver con el tema de la protección contra almas oscuras. Jim quedó en ir a recoger a Sam sobre las diez y, mientras llegaba la hora, Sam aprovechó la espera para tumbarse un rato en la cama y ojear el libro de iniciación.
—¿Y en este libro no saldrá algo de cómo comunicarme con mi padre? Te echo tanto de menos, papá... — murmuró para sà mismo.
Sam abrió el libro y ojeó un capÃtulo que se titulaba «La Magia de las Estrellas», y leyó:
—Las estrellas poseen unas caracterÃsticas muy especiales, pues se componen de energÃa cósmica que puede ser canalizada por tu propia energÃa, ya sea para recargarte o bien para experimentar sensaciones casi paranormales, pues podrÃa actuar como un propulsor de pensamientos, es decir, que podrÃas provocar que casi cualquier sensación espiritual se manifestara, contactar brevemente con un ser querido ya fallecido, o desaparecido. El momento más propicio para realizar estos ejercicios son las noches de las estrellas fugaces, pues estas estelas de energÃa pueden ser más eficaces a la hora de absorber esta energÃa del pensamiento y volverla a proyectar al universo. Se traza una señal paralela de ida y vuelta que envÃa tu mensaje al universo y este se encargara de ofrecerte la posibilidad de hacer realidad tu deseo...
Sam se quedó por un momento pensando, no tenÃa muy claro si era exactamente lo que estaba buscando: su padre no estaba fallecido aunque sà desaparecido, pero sabÃa que no era de esa clase de desapariciones que ocurren cuando a uno lo secuestran o asesinan. ¿SerÃa posible contactar con él con esta técnica? Trató de ojear nuevamente el libro intentando encontrar alguna otra forma de poder comunicarse con su padre, pues la añoranza inundó sus pensamientos por completo y sólo una cosa le rondaba en su cabeza: sentir la voz de su padre, su sonido, sus consejos, sus bromas, pero no encontró nada en el libro que despertase su interés para poder lograr su fin.
Al cabo de unos minutos llamaron a la puerta, era Jim, que habÃa llegado a buscarle. Bajó con prisa, tenÃa ganas ya de despejarse un poco asà que se despidieron de la madre de Sam y emprendieron camino hacia el club Evoli.
—¿Qué te ocurre, Sam? Te noto muy callado hoy — preguntó Jim mientras iban en el coche.
—Nada, estoy pensando, bueno… no sé. Me siento algo deprimido. Supongo que es más melancolÃa que otra cosa. Normalmente me acuerdo mucho de mi padre pero hoy particularmente, no sé por qué, me acuerdo mucho más de él, y me encantarÃa escuchar su voz — dijo Sam con tristeza en la voz.
—Pues no te preocupes, con tu energÃa en seguida podrás escucharlo, sólo es cuestión de encontrar la sintonÃa entre tu energÃa y la de tu padre, pero entre dos energÃas blancas es más sencillo.
—¿Cómo? No entiendo eso de estar en sintonÃa.
—¿No te acuerdas del ejercicio de captar emisoras de radio que dimos? Nos concentrábamos en la emisora y en su frecuencia y la encontrábamos.
—¡SÃ! Y si me concentro en mi padre, ¿podré hablar con él? — preguntó Sam esperanzado.
—Bueno, no es tan sencillo, por lo que tengo entendido tendréis que pensar los dos al mismo tiempo en querer comunicaros el uno con el otro para que esa energÃa se encuentre. No me hagas mucho caso, yo lo he intentado algunas veces y no he conseguido hablar con el mÃo — explicó Jim.
—¡Vaya! Y eso de las estrellas fugaces, ¿podrÃa servir?
—Mmm, tampoco lo tengo muy claro, pero hay una
cosa que no sale en el libro que a lo mejor sà que te ayuda, y es el prolongar ese pensamiento en noches de luna llena, dicen que la luna aumenta la energÃa para poder hacer llegar el aviso a la otra persona de que queremos hablar con ella, que le produce como un cierto hormigueo que le indicará que alguien quiere ponerse en contacto con ella. Pero, claro, luego esa persona tendrÃa que saber quién quiere ponerse en contacto y tratar de devolver esa señal para que asà se produzca la comunicación... Vaya, un lÃo.
—O sea, que tenemos algunas opciones, por lo que veo — dijo Sam pensativo.
—SÃ, pero no te obsesiones ahora con eso, tÃo. Bueno, ya llegamos — anunció Jim aparcando el coche.
Los chicos se bajaron del coche y entraron al club. El local estaba bastante concurrido, pero en seguida localizaron a sus amigos. El primero en darse cuenta de la presencia de Sam y Jim fue Peter, que acudió rápidamente a saludar a Jim y le dio un abrazo a Sam. Sally se percató de la situación y vio la escena de Peter abrazando a Sam emocionada, para ella era un gesto muy emotivo, porque hasta el momento jamás habÃa visto a Peter ni siquiera saludar a Colt cuando salÃa con él, sólo lo miraba con recelo, pero a Sam le habÃa cogido cariño de verdad, y eso conmovÃa a Sally, y la entristecÃa también.
Sam, Peter y Jim se acercaron hasta el lugar en el que estaban sus amigos.
—Sà que hay ambiente hoy aquÃ, ¿no? — observó Jim.
—¡Ya ves! Parece que elegimos un buen dÃa — dijo
Jon dándole una cerveza a Jim.
—¡Hola, Sally! — dijo Sam sentándose al lado de su chica y besándola en la mejilla.
—¡Hola, Sam! — respondió Sally con sus ojos aún brillantes de la escena que habÃa presenciado con Peter.
—¿Y Dana y LucÃa? — preguntó Jim.
—Han ido al servicio, ya sabes que no pueden ir solas, las chicas son asà — bromeó Jon.
—Oye, que estoy aquÃ, a ver lo que dices — le respondió Sally dándole un codazo.
—Pero si no he dicho nada malo, aunque es verdad, es una manÃa que tenéis todas — insistió Jon entre risas.
—¡Será posible! ¡Cómo sois! También vosotros os quejáis por todo —regañó en broma Sally y todos los chicos se echaron a reÃr.
—Voy a pedir algo, ¿os falta algo por aqu� —preguntó Sam.
—¡Voy contigo, Sam! — se ofreció Peter.
Jim y Sally le pidieron una cerveza a Sam.
—¡Claro, Peter, vamos! — dijo Sam, y se dirigió a la barra del local a pedir las bebidas junto a Peter.
—Yo quiero un zumo de piña.
—Está bien, Peter, pero ¿no te gustarÃa probar una cerveza esta noche? — le insinuó Sam con una sonrisa de medio lado.
—El alcohol d… destruye millones de neuronas de un… nuestro cerebro, además de la pérdida de… de concentración y de intoxicar los riñones, entre otras cosas — respondió Peter.
—Está bien, Peter, me has convencido, yo también me tomaré un zumo de esos — dijo Sam sonriendo.
Peter sonrió también, pidieron las bebidas y volvieron con sus amigos, aunque en la mesa donde estaban sólo quedaba Jon, el resto habÃa ido a la pista de baile, estaba sonando una canción que era de las preferidas de las chicas.
—¿Dónde están todos ? — preguntó Sam.
—Pues en la pista, se emocionaron con la música y se fueron, ¡jeje! — sonrió Jon.
—Bueno, ya volverán — dijo Sam, y se sentó en la mesa al lado de Peter.
En esos momentos entraron al club Colt, Nelson, Tim y Cody junto a una chica, Carla, todos con sus cazadoras de cuero para que el resto del mundo se percatase de que acababan de llegar en sus estupendas motos, y menospreciando a todo el que se cruzaba en su camino.
—Bueno, lo que faltaba — murmuró Jon viendo entrar a los chicos malos al club.
—¿Qué ocurre? — dijo Sam girándose, puesto que estaba de espaldas a la puerta y no los habÃa visto entrar.
—Nada, que habrán pasado con las motos y habrán visto ambiente y, bueno, no se pierden ni una estos — comentó Jon.
—Pasemos de ellos, ya se irán — propuso Sam.
—Sam, ¿t… te puedo pedir un favor? — preguntó Peter con su ligero tartamudeo.
—Claro, Peter, ¿qué pasa?
—No me encuentro m… muy bien, ¿me acompañas a dar un paseo? Ne… necesito aire fresco.
—Claro, Peter, vamos. Ahora volvemos, Jon — dijo
Sam.
—¿Queréis que vaya con vosotros?
—No, mejor quédate, si no las chicas no sabrán dónde estamos. Además, están todas las bebidas aquÃ, no es nada, en seguida volvemos.
—Está bien, no tardéis — dijo Jon.
Sam acompañó a Peter, pero al caminar hacia la puerta Peter tropezó sin querer, dio un traspié y le propinó un manotazo a Carla que volvÃa del servicio.
—¿Pero qué haces, subnormal? — gritó Carla a Peter con tono chulesco.
—Lo siento, tr… tropecé — tartamudeó Peter.
—¡Pues mira por donde andas, anormal! — le gritó
Carla con cara de asco.
—El chico ya ha pedido perdón, no es para tanto, tranquilÃzate, ¿quieres? — le pidió Sam con voz relajada.
—¿Qué pasa cariño, te están molestando? — intervino Colt cogiendo de la cintura a Carla, marcando visiblemente su territorio.
—El subnormal y su amigo, que casi se caen encima de mà — dijo Carla.
—Mi amigo no es subnormal, posiblemente sea cien veces más inteligente que tú y que yo — respondió Sam ya empezando a irritarse.
—¡Vámonos, Sam! — dijo Peter llevándose a Sam hacia la puerta.
—Tú y yo vamos a tener serios problemas, no te vayas, cobarde, da la cara como los hombres — provocó Colt a Sam mientras Peter se lo llevaba.
Sam se giró y trató de volver, pero Peter se lo impidió y lo sacó del local.
—No, Sam, no caigas en… en esa trampa.
—Pero Peter, no voy a consentir que te menosprecien asÃ, no es justo — comentó Sam ya fuera del local e intentando serenarse.
—No pasa nada, Sam, d… demos un paseo, a mà no me molesta, que digan lo que quieran. Yo s… sólo valoro las palabras de las personas inteligentes, no m… me molesta lo que digan las personas que no me interesan — dijo Peter muy seguro de sus palabras.
—¡Pero te llamó subnormal, cuando creo que eres la persona más sensata que he conocido! — confesó Sam.
Peter sonrió gratamente y continuaron caminando hacia un descampado que habÃa detrás del club. Peter miró al cielo y vio pasar varias estrellas fugaces.
—¿Has visto, Sam? Estrellas fugaces, y… y además luna llena, ¡qué noche más bonita! ¿Verdad?
—SÃ, pero ¡hace un frÃo que pela! — dijo Sam tratando de cerrar la cremallera de su cazadora.
—SÃ, es verdad, pe… pero ¡se respira muy bien! — observó Peter mirando al cielo y respirando profundamente.
—¿Sabes? Hecho mucho de menos a mi padre, me encantarÃa escuchar su voz, hoy más que nunca necesito escuchar su voz y sentirlo aquÃ, aunque no sé muy bien por qué me siento asà — susurró Sam mirando al cielo también.
—Tal vez él quiera también po… ponerse en contacto contigo y por eso percibas esa… esa sensación — dijo Peter.
—¿Tú crees? A lo mejor sÃ, eso explicarÃa esta intensa nostalgia que siento hoy — murmuró Sam.
—Pues trata de hablar con él, ap… aprovecha la energÃa cósmica de las estrellas fu… fugaces y absorbe la energÃa de la luna para intentar comunicarte con él.
—¡Vaya! Me estás sorprendiendo, pareces un profesor, Peter, sabes mucho de estas cosas, ¿no? — dijo Sam asombrado.
—Bueno, leo mucho — replicó Peter tratando de quitarse importancia.
—¡Pues lo voy a intentar! — susurró Sam, y se quedó mirando al cielo.
Separó ligeramente sus manos de su cintura, con las palmas en dirección al cielo, tratando de canalizar la energÃa de la luna y las estrellas y cerró los ojos por unos segundos, mientras susurraba casi en silencio: «papá, ¿dónde estás?». RepetÃa la frase una y otra vez, dejando apenas unos segundos entre frase y frase, hasta que al cabo de breves minutos escuchó en su mente una voz entrecortada que decÃa: «Sam, Sam». El chico se quedó de piedra y trató de no perder la comunicación con su padre: «SÃ, papá, estoy aquû, repetÃa emocionado. Peter le miraba conmovido y perplejo, aunque Sam apenas escuchaba la voz distorsionada y entrecortada de su padre.
—¿Por qué no funciona? ¡Apenas puedo oÃrte, papá! — susurró Sam mirando al cielo.
—Descansa, Sam, estás a punto de agotarte — dijo Peter, y en ese momento Sam cayó de rodillas al suelo, casi exhausto.
—Trata de re… recargarte, recibe energÃa — le recordó Peter sujetándole las palmas de las manos y tratando de que se recargara.
Sam empezó a recibir energÃa por una mano, procedente del universo, pero en la otra mano se notaba un breve brillo en la mano de Peter que alimentaba a Sam de energÃa. En breve, Sam se recuperó y se incorporó de nuevo.
—¡Uff! ¡He oÃdo a mi padre, Peter! — dijo Sam emocionado sin haberse percatado de que habÃa sido su amigo quien habÃa recargado parte de su energÃa.
—Me alegro mucho, Sam, ya te dije que podrÃas lograrlo — sonrió.
—¡Gracias, Peter! Ha sido gracias a ti, aunque no he podido conversar con él, he podido escuchar su voz — le contó Sam dándole un abrazo.
—Vamos a volver, Sam, Sa… Sally se estará preocupando — dijo Peter.
Y los dos se encaminaron de nuevo hacia el interior del local, Peter sonriendo por haber sido de ayuda y Sam por sentir aún la voz de su padre en la cabeza.