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Capítulo 8

El ritual.

 

—¡¡Ajá!! ¡Lo tengo! — dijo Jim levantando una mano.

 

Todos volvieron a pararse para escuchar a Jim atentamente:

 

—La raíz de sauce sagrado también puede emplearse en rituales oscuros, con fines maléficos, junto con aguas puras o piedras de poder; la raíz sagrada podría provocar el despertar de espíritus malignos.

—¡Vaya! ¡Pues estamos listos como se nos venga encima eso! — exclamó Jon.

—Encontré lo que os faltaba, Sally — intervino Peter.

—¿Qué encontraste, Peter? — preguntó Sally.

—Estos ri… rituales se celebran en lugares de c… culto, casas encantadas y po… posadas de energía en la víspera de una luna llena, a… aunque pueden ser erradicados por la presencia de… de un sacerdote con d… dotes de poder santo — leyó el chico.

—¡¡La Posada de las Almas!! — gritaron Sally y Dana a la vez.

—Tenemos el lugar, chicas, ¿cuándo es la próxima luna llena? — preguntó Jim.

—¡¡Mañana!! — respondió Jon mirando un calendario que había en una pared con la estación de las lunas.

—Vamos mal de tiempo, nos falta el sacerdote — recordó Sally.

—¡¡El señor Collins!! — recordó Dana.

—Está muy mayor ya, ¿no? — comentó Sally.

—Es el único con un don santo en la aldea — señaló

Dana encogiéndose de hombros.

—¿Aún vive en la vieja ermita? — preguntó Lucía.

—Sí, creo que aún sigue allí junto con los dos monjes que vinieron hace años a la aldea — dijo Dana.

—¿Qué pasa, chicos, habéis descubierto algo? — les interrumpió Sam llegando de nuevo a la librería.

—Sí, creo que ya lo tenemos, ahora a ver cómo lo paramos — dijo Jim.

—¿Parar? ¿A quién?

—Pues no sabemos a quién exactamente, pero no es nada bueno, y podría suceder mañana por la noche — aclaró Jim mirando a Sam — debemos ir a la vieja ermita para hablar con un sacerdote, es el único que nos va a poder ayudar.

—Pues debemos ir cuanto antes — apremió Jon.

Los chicos dejaron los libros sobre la mesa, se levantaron apurados y salieron de la librería en dirección a la vieja ermita, mientras Jim y Jon ponían a Sam al tanto de lo que acababan de descubrir.

 

—¿Adónde vais, chicos? — preguntó Nel.

—A la vieja ermita, señor Maison, después le cuento — dijo Sally.

—¡Está bien, tened cuidado! — les recomendó Nel mientras se alejaban.

 

Los chicos fueron caminando hacia a la vieja ermita, que se encontraba en una de las colinas de la aldea, por un camino de tierra rodeado de pinos, haciendo sus cábalas de cuáles podrían ser las razones y quién podría estar detrás de todo. Entre tanto, el profesor Ray entró en la librería:

 

—¡Hola, Nel! — saludó al abrir la puerta.

—¡Hola, Ray! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal todo con Sam? — preguntó Nel con una sonrisa mientras revisaba unos pedidos.

—¿No te ha contado nada?

—Pues no, entró apresurado cuando llegó y yo estaba ocupado porque había gente, y ahora ya no hay nadie, porque todos se fueron a la vieja ermita, creo que han descubierto algo sobre lo que pasó en la escuela — dijo Nel dejando lo que estaba haciendo.

—Eso está bien, pero yo quisiera saber otra cosa, ¿sabes que Sam aún no despertó su energía?

—Sí, lo sé. Pero creo que no va a ser la misma sensación que a su padre la que le hará despertar. Tom despertó con la soledad y la añoranza, por eso se instaló aquí, se sentía completamente solo cuando estaba aquí al no poder ver y tener a su esposa y a su hijo — recordó Nel.

—Sí, él mismo me lo contó, pero me tiene preocupado no saber cuál es la emoción que puede despertar la energía de Sam, porque nadie más tiene energía blanca en los alrededores y si no conseguimos despertársela y son espíritus malignos los que nos pueden acechar, como me temo, estaremos completamente indefensos — comentó Ray visiblemente preocupado.

—Pues no sé cómo ayudarte, profesor, por lo poco que he hablado con su madre para tratar de sonsacarle qué emociones ha experimentado, sé que no tenía muchos amigos en Los Ángeles, se pasaba todo el tiempo encerrado y dedicado a sus estudios para tratar de sobrellevar la pérdida de su padre, no ha tenido muchas novias y con las pocas que ha estado por lo visto no ha sido por mucho tiempo, porque, según su madre, se cansaba de que lo agobiaran con fiestas y llamadas a todas horas. Ha experimentado la tristeza, la soledad, la alegría, la pena, y ahora, por lo que veo, el amor desde que está con Sally — explicó Nel.

—¿Experimentado el amor? ¿Qué significa eso?

—Pues que por lo visto, por lo que me ha contado

Sally, no había estado enamorado nunca.

—¡Claro, es eso, seguro que debe ser eso!

—¡Sí! Pero ahora por lo visto sí que lo está experimentando, y no ha despertado su energía.

—¡No! No me refiero al amor, sino al desamor, o sea, si es la primera vez que ha experimentado el amor de verdad, hay algo que aún no ha experimentado, ¿entiende?

—La sensación del dolor del corazón ¿no?

—¡Exacto! Hay que persuadir a Sally para que le deje de una manera convincente.

—Pues no sé a quién le dolerá más de los dos.

—Más adelante se lo explicaremos a Sam, seguro que lo entiende, pero la sensación ha de ser muy real, tiene que dejarlo con alguna excusa convincente, pues deberá experimentar ese dolor con toda su fuerza — explicó Ray.

—Veré lo que puedo hacer, pero me temo que va a ser tarea complicada.

—Sé que es duro, pero necesitamos que despierte esa energía, Nel.

—¡Sí, lo sé! — respondió el tío de Sam entristecido por el dolor que iba a tener que pasar su sobrino.

 

Mientras, los chicos llegaron al lugar al que se dirigían: era una ermita medio en ruinas, con una puerta grande de madera en la entrada y una pequeña campana que hacía de timbre en la entrada. Estaba en lo alto de la colina y rodeada de un hermoso jardín, justo al lado y pegada a sus muros había una casa rectoral en la que vivían los frailes. Los chicos tocaron la campana de la puerta con fuerza y al cabo de pocos segundos les abrió un fraile.

 

—¿Sí? — preguntó el fraile.

—¡Hola! Veníamos a ver al padre Collins — dijo Jim.

—Está en la sala de meditación, ahora no puede ser molestado.

—Por favor, dígale que es un asunto de vital importancia, necesitamos hablar con él, es muy urgente — insistió Sally.

—Está bien, esperen aquí, veré lo que puedo hacer.

 

El fraile los dejó pasar y después desapareció por los pasillos de la ermita. Los chicos pasaron al interior de la ermita y esperaron en una pequeña sala que había a la entrada. En pocos minutos volvió a aparecer el fraile.

 

—Pasad, en seguida os atenderá.

 

Siguieron al fraile a través de un pasillo que conducía a lo que parecía ser un comedor con una mesa alargada, al final de la mesa se veía a un anciano sentado con una túnica de sacerdote y una gran barba blanca: era el padre Collins.

 

—Hola, padre Collins, lamentamos molestarle, pero es que necesitamos informarle de algo terrible que está a punto de ocurrir — comentó Jim sin más preámbulos.

—Vosotros diréis — dijo el viejo sacerdote con voz cansada.

—¡Pues verá! Hace poco robaron un trozo de raíz del sauce sagrado de la escuela, y un profesor ese mismo día tuvo una visión de algo malo espiritual que nos podía acechar; hemos investigado y podría estar relacionado con algún tipo de ritual para despertar espíritus malignos en la víspera de la luna llena, que es mañana — explicó Jim casi sin tomar aliento.

—¿La Posada de las Almas de nuevo? — preguntó tranquilamente el padre Collins con su débil voz.

—Eso nos tememos, señor — dijo Jim.

—Vaya, en mis ochenta y dos años he visitado esa posada unas cuatro veces, y siempre para lo mismo. No creo que pueda visitarla mucho más, porque ya estoy vislumbrando la luz de mi partida, pero no os preocupéis, hijos, mañana este viejo sacerdote estará allí con uno de sus ayudantes para impedir la llegada del Maligno a la aldea — sentenció el padre Collins mientras en sus labios trataba de dibujar una sonrisa que sólo llegó a ser una ligera línea curva algo desdibujada.

—Gracias, padre Collins, si hay algo que nosotros podamos hacer... — dijo Sally.

—La luna llena empezará a hacer efecto a eso de las ocho de la tarde, vosotros dos vendréis conmigo, el resto vendréis aquí sobre las nueve para proteger la ermita de un posible saqueo — dijo el sacerdote señalando a Sam y Sally.

—¿Saqueos? ¿Quién iba a querer saquear este lugar?— preguntó Dana incrédula.

—Hija mía, el agua sagrada de este lugar es fundamental para nuestra protección, cualquiera que trate de desprotegernos tratará de apoderarse de ella — explicó el sacerdote.

—No se preocupe, aquí estaremos, y Sam y Sally irán con usted a la posada pero, ¿por qué ellos dos? — preguntó Jim señalando a la joven pareja.

—Ellos tienen un vínculo muy fuerte de unión y él una poderosa energía, me resultarán muy útiles esas cualidades en caso de que surja algún problema —aclaró el anciano.

—No se preocupe señor, allí estaremos para lo que necesite — dijo firmemente Sam.

 

Después, los chicos se despidieron del padre Collins y volvieron a la aldea comentando la conversación que acababan de tener con el anciano.

 

—Vaya, Sam, has sido elegido — dijo Jim medio riéndose.

—¡Qué gracioso! — respondió Sam.

—¿Pero por su gran poder? ¿Qué poder es ese, Sam? — preguntó Dana.

—Pues no sé, supongo que por mi energía blanca —recordó Sam.

—¿En serio? ¿Eres blanco? — repitió Dana asombrada, ya que algunos chicos aún no lo sabían.

—Peter, estás muy callado, no has dicho nada desde que salimos de la librería — dijo Sally.

—Yo sólo es… escucho, Sally, así t… también se aprende mucho — respondió Peter con su  característico tartamudeo.

—¿Y lo de la fuerte unión entre los dos, qué? ¿Nada que decir, tortolitos? — preguntó Dana sonriendo y guiñándole un ojo a su amiga.

 

Sam y Sally se abrazaron y sonrieron.

 

—¿Qué queréis que os digamos? No estamos mal juntos — dijo Sally sonriendo.

—Ya, ya, quién lo diría — bromeó Jim mientras Sam y Sally caminaban abrazados, haciendo que el resto de chicos se echaran a reír.

 

El pequeño grupo llegó a la aldea y se fueron despidiendo, se estaba haciendo tarde ya y tenían clase al día siguiente. Sam y Sally se dieron un beso y se despidieron, y Sally se fue con Peter camino de su casa.

 

—¿Qué te pasa, Peter ? Te veo más triste de lo normal — preguntó Sally.

—Sí, estoy un poco t… triste, ¿sabes, Sally? Desde hace un tiempo m… me ocurre algo que a veces me gusta y o… otras veces no, y es que veo co… cosas que están a punto de suceder — explicó Peter con voz triste.

—¿En serio? ¿Y qué has visto?

—¡Te van a s… separar de Sam! — dijo Peter con determinación y seguridad.

—¿En serio? ¿Quién? ¿Por qué? — preguntó Sally confusa.

—No lo sé, no suelo ver muchos detalles, pe… pero los dos lloráis y os separáis — explicó Peter.

—No puede ser, estamos muy bien, a lo mejor te equivocas, Peter, o a lo mejor es porque él probablemente volverá a Los Ángeles cuando terminen las clases un tiempo...       

—A lo mejor, Sally, no… no quería decírtelo, pero no me parecía j… justo guardármelo — dijo Peter con voz triste.

—Está bien, Peter, no te preocupes, a lo mejor es un aviso y esto me sirve para evitar que suceda — concluyó Sally abrazando a Peter.

 

Los dos chicos llegaron a casa de Sally y entraron sin volver a hablar del tema. A la mañana siguiente volvió a cantar el gallo de los alrededores de la casa de Sam y éste se despertó.

 

—¡Cómo empiezo a odiar a ese gallo! — susurró Sam mientras se despertaba.

—¡Sam, ya tienes listo el desayuno! — gritó su madre desde abajo.

—¡Ahora voy, mamá!

 

Se dio una ducha, se vistió y bajó a desayunar. Justo en ese momento llamaron a la puerta, era Jim que, como cada mañana, venía de nuevo a buscar a su nuevo amigo para acompañarlo a clase.

 

—¡Vaya! Hoy no te pillo en la cama, veo que ya te estás adaptando al horario, jeje — dijo Jim entrando por la puerta.

—¡Qué gracioso! — Respondió Sam irónico — Es el puñetero gallo ese, que se parece más a mi despertador personal

—¡Jajaja! No te metas con el pobre animal que fue tu padre el que le dio ese hogar, así que fue un poco el que lo crio y lo acostumbró a estar ahí — recordó Jim.

—Vaya, eso no lo sabía, sólo por eso es que se libra de que no haga sopa con él. Bueno, pues ¡ya estoy! ¿Nos vamos? — dijo Sam, terminando su desayuno.

—¡Vamos! ¡Hasta luego, Sra. Maison! — se despidió Jim saliendo por la puerta.

—¡Adiós, mamá!

—¡Adiós, chicos!

—Oye, Jim, para ser verano, ¿cómo es que hace  siempre tanto frío en esta aldea? — preguntó Sam cuando cerró tras de sí la puerta de su casa y tuvo que abrocharse la chaqueta.

—Curioso, ¿verdad? Tenemos nuestro propio clima aquí, y es húmedo y frío, aquí te costará ir con ropa de verano. Tiene que ver con la energía espiritual del lugar.

—¿Ah, sí? ¿Por eso hace frío?

—Pues en parte sí, ¿no has oído hablar de algunos médiums o personas psíquicas que cuando contactan con espíritus sienten “el frío”?

—¡Ah, pues sí! Algo de eso he leído y visto en alguna peli.

—Pues esta aldea está en medio de un paso de energías espirituales que, según cuentan, llega hasta la Posada de las Almas, allí los espíritus hacen su transición hacia su nuevo mundo, por eso se dice que hace tanto frío en este lugar.

—Vaya, curioso. ¿Y cómo es que no los vemos?—preguntó Sam.

—Tú pronto los verás, nosotros podríamos también, en cuanto terminemos segundo año y aprendamos unas técnicas que hay para poder ayudarlos, porque algunos espíritus no logran encontrar el camino hacia la luz que emerge desde la posada, por eso cuando hay luna llena brilla con intensidad la casa, ¿no te has fijado en eso?

—Pues no, la verdad, pero supongo que hoy lo veré, cuando vaya esta tarde con Sally y el anciano a la posada.

—Cierto, hoy verás muchas cosas, jeje — dijo Jim con una media sonrisa y en tono burlón.

 

Los chicos llegaron a la escuela, allí estaban sus amigos ya en la gran sala. Sally cuando vio a Sam se fue hacia él y le dio un abrazo y un beso.

 

—¿Me has echado de menos? — le susurró Sally que ya ansiaba tener a Sam cerca. Aunque no quiso darle más importancia a las palabras de su primo, lo cierto es que se había pasado toda la noche dando vueltas al hecho de estar sin Sam por el motivo que fuese.

—¿Acaso lo dudas? Siempre que no estoy contigo te tengo en mi cabeza, ya eres el sol que ilumina mis días — respondió Sam recordando una frase que había leído.

 

—¡Qué bonito! Dentro de treinta años ¿seguirás diciéndome cosas así? — preguntó Sally con voz dulce.

—¿Me aguantarás tanto tiempo? — susurró él.

—¡Claro! Aunque se me partirá el corazón cuando te marches al terminar el verano y las clases.

—No creo que me vaya nunca, Sally, y si me voy será para preparar la mudanza desde Los Ángeles, aquí tengo todo lo que necesito para ser feliz, y además mi padre, por lo visto, tiene mucho dinero ahorrado, por lo que podría quedarme mucho tiempo aquí. Ahora que sé que mi él está bien, o eso creo, y que pronto regresará con nosotros no podría alejarme de él tampoco.

—¿En serio? No sabes lo feliz que me hace oír eso, mi primo tuvo una visión. Vio que nos separábamos o que  nos separaban o algo así, y no he podido dormir casi pensando que eso — dijo Sally.

—Pues esta vez se equivocó Peter, ¡me quedo contigo! — respondió Sam abrazando y besando a Sally con intensidad.

 

En ese momento sonó el timbre que anunciaba el comienzo de las clases y los chicos tuvieron que separarse para dirigirse cada uno a su aula.

 

Mientras tanto, cerca de allí estaban reunidos Nelson, Colt y los hermanos Brown, en la casa de estos últimos.

 

—¡Eres un idiota! — dijo Colt señalando a Nelson.

—¿Yo qué sabía? Pensé que no sospecharían nada — replicó Nelson.

—¿Cómo se te ocurre coger el trozo de raíz del cuarto de energía de la escuela? ¿Es que no piensas? Deberías haberlo cogido de la parte alta, donde empiezan a entrar las raíces en el suelo, nos hubiese servido igual y podrían haber culpado a algún animal. Tonto, que estás tonto  — recriminó Colt a su hermano tomándolo por la nuca con fuerza.

—Ya no se puede hacer nada, pensemos cómo arreglarlo — intervino Tim.

—¿Cómo arreglarlo? Hoy no podremos hacer el ritual, Raúl me llamó anoche, ha detectado indicios de protección ante la Posada de las Almas. Están sospechando, ¡idiotas! — dijo Colt elevando la voz.

—¿Habrá que esperar a la siguiente luna llena? — preguntó Cody.

—¿Tú qué crees? Si ya es complicado lanzar rituales sin protección, imagínate si protegen la posada — dedujo Colt muy enfadado.

—Bueno, son veintiocho días, tampoco es tanto — dijo Nelson.

—Y tú encima no has vuelto a la escuela para que no sospechen, ¿no? — recordó Colt.

—Les mandé una carta con un compañero, se supone que estoy enfermo y no debo ir en varios días — explicó Nelson.

—¿Y te crees que se lo van a tragar? Muchas coincidencias sospechosas, y además cualquier profesor te puede leer la mente y sabrá que eres el causante de todo. Anda y no vuelvas más, si la culpa es mía por creer que podía contar contigo, joder... — dijo Colt con voz irritada.

—Bueno, ¿qué hacemos entonces? — preguntó Cody.

—Nada, vosotros nada, ya habéis hecho bastante. De momento conservaremos la raíz, el agua en un par de semanas será mejor que se reemplace por agua nueva, porque pierde sus propiedades a los pocos días y se convierte en agua normal, y ya hablaré con Raúl y los chicos de la montaña para posponerlo todo cuatro semanas más. ¡Por Dios, que no dais ni una! — exclamó Colt y salió de la casa airado.

 

En la escuela, las clases acabaron y los chicos salieron en grupo.

 

—Vaya, con estas lecciones sobre espíritus, cada día tenemos que visitar la librería — dijo Jim un poco cansado

—Bueno, pero al menos estamos más preparados para lo que pueda venir — recordó Dana.

—Yo así puedo estar un rato más con mi chica —terció Sam cogiendo la mano de Sally.

—Sí, pero poco rato, que a mí me toca ayudar a tu tío estos días en la librería — mencionó Sally.

—Pues hay que recordarle a mi tío que antes de las ocho tienes que salir, que tenemos que ir a la posada esa — puntualizó Sam.

—Joder, es verdad, ya ni me acordaba de eso, y nosotros tenemos que ir a la ermita — dijo Jim.

 

En cuanto llegaron a la librería del tío Nel, Sally se puso a ayudar buscando y ordenando libros, y los demás rebuscaron en las estanterías los libros que les habían mandado de tareas en la escuela.

 

—Nel, hoy tendré que marcharme un poco antes, tengo que ir a la posada con Sam y el sacerdote de la ermita —dijo Sally acabando de colocar unos libros en su lugar de origen.

—¿Cómo? ¿Vais a ir vosotros? ¿Por qué no van los profesores? Ellos tienen más experiencia — Nel no parecía estar de acuerdo en aquella excursión.

—No lo sé, nos eligió el sacerdote a nosotros dos — aclaró Sally.

—Bueno, está bien, pero antes de irte tenemos que hablar — informó Nel con gesto serio.

—¿Ocurre algo, Nel? — preguntó Sally preocupada, Nel no solía ser una persona demasiado seria y cuando se ponía así era por temas realmente importantes.

—No, nada, luego te explico, quédate tranquila —dijo Nel mientras colocaba unos libros en las estanterías.

—Sally, voy con Jim a su casa, en un par de horas regreso — le dijo Sam con el libro ya encontrado en las manos, le dio un suave beso en los labios y salió con su amigo de la librería.

 

Sam y Jim llegaron a casa de éste y entraron al garaje, allí se pusieron a leer el libro. Tenían que practicar una serie de ejercicios que les habían explicado ese día en clase, por lo que cogieron una lata de refresco vacía que tenía Jim encima de una mesa y la pusieron en el suelo.

 

—Vamos a ver si nos sale, Sam. Debemos imaginar que esa lata es un espíritu bueno que puede ser atacado. ¿Cómo lo protegeríamos? — preguntó Jim sin dejar de mirar a Sam y a la lata, pero no le dejó responder, directamente pasó a la explicación — Pues, a ver, manos delante del pecho formando un círculo sin que lleguen a tocarse las puntas de los dedos, dejamos fluir la energía desde la cabeza hasta la punta de los dedos y la canalizamos en el centro de la palma de las manos, ahora visualizamos que el espíritu, o sea, en este caso nuestra lata, se encuentra dentro del círculo de las manos y lo rodeamos mentalmente con el halo azul protector — explicó Jim mientras realizaba al mismo tiempo el ejercicio, y alrededor de la lata que había en el suelo empezó a formarse un halo azul que la rodeaba por completo.

—¡Vaya, qué flipe, sí que funciona! — exclamó Sam.

—Está bien, prueba tú ahora —dijo Jim, separando sus manos y haciendo que el halo protector desapareciera. Y justo después colocó las palmas hacia arriba tratando de recargar su energía.

—¿Qué haces ahora? —p reguntó Sam.

—Uff, este ejercicio agota mucho, si no nos recargamos rápido caeremos redondos. ¡Guau, menudo desgaste! — explicó Jim.

 

Sam se dispuso a hacer también el ejercicio, lo hizo tal y como detalló Jim y también volvió a surgir el halo azul, aún más grande que el de Jim.

 

—¡Ahí está el presumido éste! El tuyo más grande como no, ¡jeje! —remarcó Jim.

—¡Jajaja! No sabía cómo surgiría, es la primera vez que lo hago, lo juro — dijo Sam separando sus manos también y haciendo desaparecer el halo.

—¿Qué te pasa, Sam? — preguntó Jim viendo a su amigo cómo se tambaleaba.

—Me estoy mareando — respondió Sam tratando de mantenerse en pie.

—¡Claro, recárgate tío!

Sam levantó las palmas de sus manos y se centró en recargarse de energía, a los pocos segundos se recuperó por completo.

—¡Uff! Pensé que me desplomaba, Jim.

—Sí, hay que tener cuidado, hay que recargar pronto la energía, si no te debilitas muy rápido.

—Bueno, probamos un par de veces más y me voy a buscar a Sally — sugirió Sam recordando la cita que tenía esa tarde con su chica y el sacerdote.

 

Mientras, a la librería del tío Nel llegaron el sacerdote de la ermita y uno de sus monjes.

 

—¡Buenas tardes, padre! — Nel salió del mostrador para saludar a los dos hombres con un fuerte apretón de manos.

—¡Hola, Nel! ¡Cuánto tiempo sin verte! — saludó el sacerdote con voz casada y apoyado en su bastón.

—Sí, ha pasado mucho tiempo, y de nuevo le toca ir a proteger la posada, por lo que tengo entendido.

—Eso parece, hijo, pero ya no os podré ayudar mucho tiempo más, se acerca el final de mi viaje.

—Usted siempre dice lo mismo, y ya ve, camino de matusalén va —dijo Nel entre bromas.

—¡Jeje! Sí, eso parece, pero ¡no, hijo! — respondió también bromeando el sacerdote.

—¡Buenas tardes, padre! ¿Cómo usted tan pronto por aquí? — preguntó Sally saliendo de la trastienda e incorporándose a la conversación.

—Me dijeron que os encontraría aquí, y los chicos que tienen que proteger la ermita también llegaron antes allí, así que me adelanté para que pudiéramos llegar pronto a la posada. Mis piernas ya no son tan fuertes y rápidas como las vuestras y les cuesta más llevarme a donde les pido — comentó el sacerdote con una sonrisa.

—¡Ah! Pues Sam no ha llegado todavía, aunque ya no debe tardar, me dijo que me recogía temprano — comentó Sally.

—¿Me llamaban? — dijo Sam entrando a la librería junto a Jim justo en ese momento.

—¡Hola, padre! ¿Cómo ha venido ya? ¿Dejó la ermita sola? — preguntó Jim sorprendido.

—¡No, hijo, no! Llegaron tus amigos temprano, así que nosotros decidimos también bajar antes, para así poder estar más tiempo en la posada — contestó el sacerdot

—¡Ah! Pues no lo sabía, me voy entonces con ellos. Hasta luego, chicos. ¡Adiós, señores! — dijo Jim despidiéndose para acudir con sus amigos a la ermita.

—Adiós, Jim, ¡cuidaos mucho! — gritó Sally desde la puerta.

—Bueno, pequeños, ¿estáis preparados? — preguntó el sacerdote a los chicos.

—Sí, claro, padre, cuando quiera nos vamos —respondió Sam.

—Pues adelante, vayamos, que ya le dije a tu amiga que yo no ando muy deprisa — dijo el sacerdote mientras se apoyaba en su bastón.

—Sam, id tirando vosotros, ahora os alcanza Sally, que aún tiene que ayudarme en una pequeña cosita aquí — les pidió el tío Nel.

—Claro, tío. ¿Nos vamos padre? — respondió Sam ofreciendo al sacerdote su brazo como apoyo. Éste se lo tomó encantado y salió junto al fraile y Sam camino de la Posada de las Almas, mientras Sally se quedó a solas en la librería con el tío Nel, a esa hora ya no quedaban clientes en el local.

—¿Qué ocurre, Sr. Maison? Si ya no hay nadie, ¿qué es lo que tengo que hacer? — preguntó Sally con curiosidad.

—Sally, tenemos que hablar, es muy importante — comenzó el tío Nel girando el cartel de la puerta en posición de cerrado para que nadie entrase.

—Pues usted dirá — a Sally aquella seriedad no le estaba gustando nada, intuía que se trataba de algo malo.

—Sally, lo que te voy a decir es posible que no te guste, pero es muy necesario.

—No me asuste, hable ya, por Dios — le pidió Sally preocupada.

—Tienes que dejar a Sam, tienes que romper con él — dijo Nel con voz suave y directa.

—¿Cómo? ¿Se ha vuelto loco? ¿Por qué? No, no pienso hacerlo — respondió ella con rotundidad mientras se alejaba de Nel.

—Sally, será sólo por unos días, creemos que es lo único que despertará su energía, y necesitamos que la emplee a fondo si algo se acerca al valle —explicó Nel.

—Pues se lo explicaré, él lo entenderá, pero no le haré daño. No sé cómo ha pasado pero me he enamorado de él, y ahora siento que lo quiero demasiado como para hacerle algo así — dijo Sally casi con lágrimas en los ojos.

—No puede saberlo, Sally, es ese dolor el que le hará despertar. Lo siento, pero tiene que ser así, ha de sentir la rabia de perderte, y, si de verdad te quiere, ese dolor despertará su energía blanca — insistió Nel sintiendo el dolor que ella reflejaba en sus ojos. Sabía lo que su sobrino había sufrido los dos últimos años y esto seguro que lo lastimaría demasiado, pero era algo que tenía que hacer.

—No puedo hacerlo, no me pida eso, por favor, no me lo perdonará. Así lo perderé, y no quiero perderle  — dijo Sally entre lágrimas. Nel se acercó a la chica y la sujetó por los hombros para mirarle directamente a los ojos.

—Tienes que ser fuerte, él lo entenderá todo cuando descubra que lo hiciste por su bien, pero primero debe sentir cómo se le parte el corazón. Sally, sabes que esto tiene que ser así, ahora mismo sólo tenemos a Sam y su energía blanca, sin él no lo lograremos — se le partía el corazón a él viendo cómo sufría la pobre muchacha — No llores, por favor, debes reponerte que te están esperando, tómate tu tiempo y reflexiona. Pero si algo sucediese en la posada, déjalo en seguida para que todo su poder despierte allí mismo — le pidió Nel con desesperación.

—Está bien, pero si Sam no me perdona y lo pierdo por esto, seré yo la que no se lo perdone a usted, primero trató de unirme a él y ahora que lo quiero con locura me pide que le deje — dijo Sally con voz desolada.

 

Después Sally salió disparada por la puerta y se paró en la esquina. Se apoyó en la pared y dejó que sus lágrimas saliesen todas para no ahogarse en ellas. Unos minutos más tarde, respiró hondo para tratar calmarse y que nadie notase nada, se enjugó las lágrimas y continuó su camino hacia la ermita. Tenía muy claro que si no era necesario hacer lo que le acababan de pedir, ella jamás lo haría por su cuenta.

 

 

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